En estos últimos días hemos visto pasar por las lecturas de la misa distintos personajes con distintas actitudes y comportamientos en relación con Dios ante las distintas circunstancias de la vida.
Si los vamos recorriendo en la oración de mañana, nos ayudarán a reconocer en nosotros cómo es nuestra relación con Dios, nuestro encuentro con Aquél que sale a nuestro paso o se nos presenta de distintas maneras a lo largo de nuestra jornada.
Veíamos el domingo como muchas veces reaccionamos ante Dios muy primariamente, dejando a los instintos primarios hablar en primer lugar. También nos pasa en nuestras relaciones con las personas y las cosas. Vivimos cargados de cosas y ocupaciones, muy hacia fuera y cuando Dios quiere entrar en nuestra vida le decimos que no, o cuando nos invita a trabajar en la viña le decimos que no. Luego quizás entrando en nuestro ser, en nuestro interior, recapacitamos y ya la persona entera dice que sí. Otras veces nos dejamos llevar por las pasiones o por la pereza, y le decimos al Señor que sí que iremos, que cuente con nosotros y luego no vamos.
Así pues podemos estar en la cercanía del Señor pero lo que nos mueve o nos guía son nuestros quehaceres, las circunstancias o nuestras pasiones, no dejándole a Él ser el Señor de nuestra vida.
El lunes se nos presentaba a Natanael, en quien no existe doblez y quien es capaz de reconocer en Cristo a Dios. En el Salmo, el salmista vive en la actitud de agradecimiento, de reconocimiento del amor de Dios y de su fidelidad. Es pues una segunda actitud que podríamos llevar a la oración. Es más yo diría que es la que debe estar presente a diario en circunstancias normales. Cuando uno está cerca del Señor se da cuenta de tantos regalos.
Uno se siente hijo y no siervo. Va a la viña encantado, porque la siente como suya de su propiedad y porque además sabe que va con el Señor. Si estamos pues en este estado, pidamos al Señor que nos abra los ojos para ver tantos lugares en que se nos necesita. La oración nos debe abrir a la misión, a la construcción del reino.
Hoy en las lecturas se nos presentan unas circunstancias totalmente distintas, excepcionales. Contemplamos a Job. Está cerca del Señor, se goza con el Señor, pero le llegan las pruebas, las dificultades. Quizás también nosotros estemos pasando por estos momentos, en que no entendemos nada, estamos en un periodo de sufrimiento o desolación y pedimos explicaciones a Dios.
Al final de todo el proceso, la respuesta de Job es: al fin te han visto mis ojos. Entiende que existen caminos por donde Dios nos lleva Que solo Él los entiende. Pero él sabe cómo es Dios. Es la primera actitud que debemos tener al ir a la oración y al salir de ella. Pero está claro que en estas situaciones las pruebas, las dificultades de la vida, el dolor y el sufrimiento, muchas veces nublan esta visión. Para Job era todavía más difícil de entender en el momento en que se narra, en donde la idea de retribución estaba muy extendida. Además no cuenta como nosotros con Cristo, Dios hecho hombre. Cristo que acoge todo lo humano. Que se rebajó hasta la muerte. De ahí que también pueda ser luz para nosotros en estos momentos.
Hoy vemos que va a los suyos y no le reciben. Qué paradoja. El que es la luz, la verdad, la vida… y es rechazado. Que la meditación de estas escenas, según en qué momento estemos nos ayuden a centrar nuestra vida en Él, a acercarnos más a Él, a sentir con Él. Abrámonos en la oración, escuchemos que nos dice y salgamos al Mundo a extender su Reino.