Comenzamos un nuevo día poniéndolo en
manos de Dios, dejándole que actúe a través nuestra.
Hoy Jesús nos llama la atención, nos
recuerda que el culto no puede estar vacío, no podemos realizar nuestra oración
con los labios, sino con el corazón, no podemos estancar nuestra oración al
momento de la capilla o de intimidad con Dios sino que hay que dar vida a este
culto en cada una de las cosas que hacemos.
Suenan fuertes y enfadadas las palabras
de Jesús contra la hipocresía y cuántas veces nosotros juzgamos a otros o nos
comparamos por hacer o dejar de hacer ciertas normas, o cuántas veces hacemos
las cosas olvidados de amar realmente a Dios. Tenemos nuestro corazón
endurecido, viviendo alrededor de tantos hombres que no conocen a Dios sin
escandalizarnos ni ponernos en marcha para acercarles a la Vida. Vivimos
rodeados de cristianos que no se comportan como tal, y nuestro duro corazón no
es capaz de ver cuánto daño hace esto a Dios para salir a su encuentro y tratar
de ayudarle. Vivimos, incluso, anteponiendo formalidades a las personas,
personas que necesitan de nuestra ayuda para llegar a Dios.
Quizás como a los fariseos nos falta
confianza, confianza en el Amor que Dios nos tiene y confianza en que Él lo
puede todo, confianza en nuestra Madre del cielo, confianza en que podemos ser
santos, confianza en que nuestras miserias no son un obstáculo para Dios si nos
dejamos hacer y somos humildes, confianza para dejar hablar a Dios en nuestra
vida y convertir la hipocresía en sencillez.
Vamos a pedirle a nuestra Madre que nos
guarde en su corazón durante todo el día, para vivir desde allí la voluntad de
Dios.