La Cuaresma es tiempo para retirarse con
Jesús al desierto para dejarnos penetrar por Dios y prepararnos para la fiesta
de la Resurrección del Señor. En ella tenemos puesta nuestra mirada durante
todos estos días y vivimos esta Cuaresma para llegar bien dispuestos. Como
somos pecadores necesitamos purificar nuestro corazón de todas las pasiones que
nos arrastran al pecado. Como dice el salmo, Dios nos enseña el camino a los
pecadores.
Acompañemos a Jesús en su marcha al
desierto. Dejemos que el Espíritu también nos empuje para limpiarnos del
pecado. Imaginémonos a Jesús viviendo las austeridades del desierto: hambre,
calor, sed, tentaciones… para llenarse de Dios y prepararse para la misión que
el Padre quiere encomendarle. Verle orar durante estos días de desierto. Pedir
por sus necesidades, traer a su pensamiento a tantos y tantos que habían de
escucharle o seguirle a lo largo de los siglos, clamar porque se alejara de él
esa carga… Verle padecer como un hombre cualquiera ante una labor sobrehumana y
sacar fuerzas de su filiación con el Padre de los cielos. Acompañémosle en la
oración de hoy en estos días de desierto. También dejándonos maravillar con los
momentos extraordinarios: momentos de gozo trinitario, servicio de los ángeles,
visiones de las almas que se entregarían sin reservas…
También podemos meditar el salmo del día
de hoy, en el que Dios nos enseña a seguir el camino de la santidad: “Señor,
enséñame tus caminos”, “tú eres mi Dios y Salvador” como peticiones que podemos
repetir a lo largo de la oración. Un Dios que nos ofrece estos días su
misericordia para que regresemos a Él enseñándole nuestros pecados para
perdonarnos y enseñarnos el verdadero camino. Un Dios que también nos ofrece su
ternura para acompañarnos con paciencia sin importar nuestras caídas y
tropiezos.