Para comenzar la oración: “Y vio Dios
que era bueno”
Si hoy, y todos los días de nuestra
vida, comenzáramos el día con una mirada a lo alto que reconociera la bondad de
Dios, ¿no os parece que cambiaría mucho nuestra vida? Es la realidad primera de
nuestra vida, es la alabanza que desde la creación del mundo se dijo por
primera vez al ver la obra del creador. El mundo, la luz, el agua, el cielo, al
tierra, las semillas, los árboles, las lumbreras del cielo… “Y vio Dios que era
bueno”.
Repasa tu vida, en oración, y reconoce
la bondad de Dios en ella. ¿Eres capaz de decir en este momento y vio Dios que
era bueno? Sobre ti mismo, sobre tu familia, sobre tu trabajo, sobre tu dolor,
sobre tu enfermedad, sobre todo lo que vives… Y vio Dios que era bueno. Si lo
haces cambiará tu corazón, cambiaras tú, y cambiara todo a tu alrededor, porque
transmitirás bondad, la bondad que te viene de Dios
En el centro de la oración: “los que le
tocaban se ponían sanos”
Así era Jesús. Él era Dios, y por tanto
la suma bondad. Transmitía fuerza, manaba de él sanación, y por eso todos se
acercaban a Él, le llevaban a todos, en especial los enfermos. Al contemplar el
evangelio de hoy ponemos a la humanidad doliente: enfermos, situaciones
familiares y personales, también las guerras y odios entre los hombres, las
persecuciones de los cristianos, los crueles e injustos asesinatos. Todo eso se
lo tenemos que acercar hoy a Jesús en la oración. Todo eso no refleja la bondad
de Dios. Todo eso tiene que ponerse en contacto con Jesús, como dice el
evangelio de hoy “tocar su manto” para que alcance la curación.
En la oración nos convertimos, y tenemos
que ser conscientes de ello, en sanadores del mundo, con Jesús. En la oración
acercamos al señor el mal, esa es nuestra misión. ¿No te parece apasionante? No
escatimes fuerzas ni tiempo, al señor en la oración. Porque podemos hacer mucho
por nuestro mundo.
Oración final. “goce el Señor con sus
obras” (Del salmo responsorial)
Cuantas son tus obras Señor, y todas las
hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas, ¡Bendice alma mía
al Señor!