Ya en la presencia de Dios, seguiré el
camino trazado por san Ignacio de Loyola con la oración preparatoria: “Es pedir
gracia a Dios nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y
operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza a su divina
majestad”.
A continuación leo con detenimiento el
evangelio de hoy y me meto en la escena.
Los discípulos se reúnen de nuevo con
Jesús después de la “marcha evangélica” y le contaron todo lo que habían hecho
y enseñado. Para contarlo todo y con tranquilidad les dijo:
- “Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco”. Esto es lo que estamos haciendo con este rato dedicado a la oración de cada día.
- Necesitamos estos ratos de silencio de romper con la actividad por lo menos dedicar un tiempo tranquilo para comer. O también hay que hacer la comida a “la carrera”.
Nos dice el evangelio: “Se
fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado”. Y muchas personas le
siguieron, fueron corriendo por tierra y se les adelantaron. Cuando se le
conoce a Jesús, aunque sea de lejos ya no se puede vivir sin él. “A Jesús se le
encuentra para buscarle con más avidez”, nos recuerda, creo, san Agustín.
Y Jesús cambia sus planes:
“Al desembarcar, Jesús vio
una multitud y le dio lástima de ellos”. Y nos dice la causa: porque
andaban como ovejas sin pastor. Entonces, aunque iba a descansar un poco con
sus discípulos lejos de las multitudes, de nuevo se puso a enseñarles con
calma. Ya no tenía prisa por marcharse a otra parte, se quedó con ellos y los
enseñaba con calma. Esta era la voluntad del Padre.
Y finalizamos junto a María y le decimos
que nos de paciencia para saber escuchar a Jesús. Porque primero me ha invitado
a ir con Él. En segundo lugar me he marchado con Él en la barca. Y por último
sigo con Él escuchándole para más amarle y seguirle para beneficiarme como
todos aquellos que le seguían y “andaban como ovejas sin pastor”.