19 febrero 2015. Jueves después de Ceniza – Puntos de oración

A veces se nos ha dicho a los creyentes que el cristianismo es un conjunto de leyes y mandamientos que no sirven más que para decirte todo lo que no puedes hacer y así fastidiarte la existencia. La primera lectura de hoy parece que responde precisamente a esta acusación cuando nos dice: “Si obedeces los mandatos del Señor, tu Dios, que yo te promulgo hoy, amando al Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, guardando sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás”.

Sin embargo, nada hay más lejos de la realidad. Los mandatos del Señor, lo que llamamos los mandamientos, son normas de conducta que lo que pretenden es proteger al hombre del propio hombre. Mejor dicho, proteger al hombre de esa parte dañada del corazón humano de donde salen la envidia, la codicia, la lujuria, el odio, etc. Además, como sabemos, estos diez mandamientos se resumen en dos, amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Es decir, el origen, la fuente, es el amor, no el temor. Es cierto que están formulados en forma negativa: no matarás, no robarás, no dirás falso testimonios, etc., pero esto es porque todo lo demás nos está permitido, ya que todo lo creado es gracia, porque todo lo que Dios hizo vio que era muy bueno. Como hijos de Dios podemos hacer uso y disfrutar de todo aquello que el Señor ha creado sobre la tierra, salvo de aquello que nos puede hacer daño. Pues ¿qué padre cuando ve que su hijo se puede hacer daño tocando esto o jugando con aquello, no le dice: “no toques eso… cuidado con aquello”?

Se me ocurre una comparación: Cuando uno viaja en avión, los primeros minutos antes de empezar el vuelo las azafatas se dedican a darte instrucciones sobre lo que tienes y no tienes que hacer. Además la cabina de pasajeros está llena de carteles que te prohíben, fumar, poner la maleta en el pasillo, abrir la ventanilla, abrir el chaleco salvavidas, etc. Todo ello ¿para qué? Para garantizar la seguridad del pasajero y evitar incidentes. Para colmo te obligan a atarte con el cinturón de seguridad restringiendo tus movimientos, sin embargo, nadie se queja por ello. Todos entendemos que es necesario para poder volar con seguridad, y que merece la pena pasar por ello para recorrer en pocos minutos lo que nos llevaría semanas recorrer andando. Así, podríamos decir de los mandamientos y normas de la Iglesia que son como normas o mandamiento de “seguridad”. O como las instrucciones de uso de un electrodoméstico, un ordenador o un coche. ¿No miramos el prospecto de una medicina para ver las consecuencias del buen o mal uso del mismo?

En este tiempo de Cuaresma que comenzamos, la Iglesia nos ofrece también una serie de pautas para ayudarnos a “ponernos en forma” espiritualmente. La oración, la limosna y el ayuno no son tediosas costumbres medievales, son medios que a lo largo de los años han mostrado su eficacia para tonificar el alma, sacarnos de nuestro egoísmo y hacernos crecer espiritualmente.  Por eso nos los recomienda la Iglesia.

Aprovechemos esta nueva oportunidad para profundizar en nuestra vida de oración, despojarnos de todos aquellos “kilos” que se nos han ido adhiriendo al alma y nos impide volar hacia Dios, y entregarnos a los que nos rodean.

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