15 febrero 2014. Domingo de la sexta semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

El domingo, Día del Señor, el corazón se regocija y se dilata porque es día de descanso, no hay que trabajar, estudiar tanto,… Celebramos la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte; Resurrección, que apunta hacia la victoria definitiva, hacia la que nos dirigimos; por eso en este día respiramos más hondo, nos relajamos un poco y lo celebramos en familia. ¡Qué bueno ir en familia a Misa este día!
¡Qué alegría me da cuando en este día voy a una parroquia y veo entrar a toda una familia y se colocan juntos, los padres entre los hijos para que haya paz! También cuando salimos juntos ¡Qué grata es la celebración de la Eucaristía como colofón del día!
Pues bien, en uno u otro ambiente, tenemos nuestra oración. Me fijo en el Evangelio. ¡Es tan rico!
LA CURACIÓN DEL LEPROSO
Podemos hacer una contemplación  maravillosa en tres momentos:
1º.  Se acercó a Jesús un leproso.
Como él, nosotros también nos acercamos a Jesús. Nos ponemos en su presencia, que desnuda nuestro interior que conoce mejor que nosotros mismos. Con las trazas del leproso, la lepra de nuestras faltas, ingratitudes, pecados, negligencias,…
2º. “Suplicándole de rodillas.”
Ahora sí; de rodillas, nos postramos como él y le suplicamos: “Si quieres, puedes limpiarme”. Te quedas en silencio esperando la respuesta. Ven, Espíritu Santo. Ilumíname. Levantas la mirada, le miras y le repites una y otra vez: “Si quieres,…”
Hay frases en el Evangelio que nos vuelven locos. Una es ésta: “Si quieres,…” También Jesús la ha empleado en otros momentos: En el diálogo con la samaritana: “Si conocieras el Don de Dios,…”; “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y vendremos a él y haremos nuestra morada”. “Si quieres ser perfecto, anda, ve, vende lo que tienes, dalo a los pobres, ven y sígueme”. Oh, Señor, “Si Tú quieres, puedes limpiarme”.
En nuestra oración hay que conmover el corazón de Dios, hay que ser atrevidos como el leproso, disparar el dardo de nuestra oración certera al corazón hasta rendirlo.
Mira como lo consigue el leproso que con una fe inmensa, la que espera mañana de ti y de mí en la oración, se conmueven sus entrañas paternales y escuchamos:
3º. “QUIERO, QUEDA LIMPIO.”
Jesús pone sus manos sobre ti como lo hizo sobre el leproso y oyes de sus labios tan fantástica respuesta: “Quiero, queda limpio”. Esto ocurre cada día en nuestra oración, en la confesión, en la Eucaristía, en la acción de gracias, en el examen de conciencia, ¿No sentimos que Jesús se acerca y nos dice “queda limpio”.
Es su fuerza que nos penetra y se hace irresistible. Dios nos hace irresistibles. Su gracia penetra a través de la oración, es un poder para salir inasequibles al desaliento. Ya no cabe el no puedo, no quiero, ni la queja ni la falta de entrega. Y por eso, como el leproso, no podemos de dejar de anunciar y dar testimonio.

Santa María, acércame a Jesús para que me cure de mis lepras.

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