Cirilo y Metodio fueron apóstoles en una
Europa pagana. Nosotros lo debemos ser hoy en una España descristianizada, es
decir, igualmente pagana. Hemos de reflexionar sobre si estamos siendo en
verdad evangelizadores de los que nos rodean, que no conocen o no quieren
conocer a Jesucristo.
Este rato de oración nos puede ayudar,
meditando sobre lo que la liturgia de hoy nos propone, después, eso sí, de
habernos puesto en la presencia de Dios y haberle ofrecido todo este día.
1. “Estos son los hombres santos, amigos
de Dios, insignes en la predicación de la verdad divina”.
Cirilo y Metodio, grandes amigos y
grandes evangelizadores; pero la liturgia nos dice al comienzo de la Misa, en
la antífona de entrada, que fueron santos y amigos de Dios.
En palabras de santa Teresa, fueron
“amigos fuertes de Dios”, que eso son los santos: los que siguen el camino que
Dios les traza, los que cumplen su voluntad.
Una petición puede surgir tras esta
primera idea: la del Padrenuestro: “hágase tu voluntad, así en la tierra
como en el cielo”. En mi vida concreta de cada día, ¿sigo mi voluntad o la de
Dios? ¿Reflexiono sobre si hago “lo que me da la gana” o estoy realmente siendo
seguidor de Jesucristo? ¿Ordeno mi vida según un horario que consulto? ¿Dedico
tiempo a este Señor que me quiere con locura y que está deseando hablarme al
corazón, decirme una y otra vez que confía en mí, que cuenta conmigo?
2. “La mies es mucha y los
obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies”.
Parece que después de afirmar lo
primero, el Señor va a lanzar a los discípulos (no sólo a los apóstoles)
directos a predicar. Pero primero dice: “rogad, pues, al dueño de la mies que
mande obreros a su mies”.
No dice: idos ya mismo. Primero dice: rogad.
Primero, orar, reconocer que no somos nada, que nosotros no
podemos. Pedir, hacernos conscientes de que, si el Señor no lo
hace, nosotros nada de nada.
Y pedir obreros para la mies. No que
nuestro esfuerzo apostólico tenga fruto, que parecería lo lógico, sino que haya
más apóstoles. Que cada cristiano tome conciencia de su fe y se haga misionero.
Es pedir ser coherentes con nuestra fe, no jugar a ser cristianos, a ser amigos
de Jesús. Tomarnos en serio nuestra fe. “O somos, o no somos”. La vida no es un
juego, hay que vivirla de verdad. Sólo tenemos una, no podemos desperdiciarla.
Sacar a cada cristiano de su modorra. Esa es la petición que Cristo quiere que
hagamos.
Como diciendo: lo demás vendrá por
añadidura. Los frutos apostólicos, el ser muchos, el convertir a nuestros
amigos de toda la vida. Eso vendrá después, cuando el Señor quiera, porque la
semilla ya estará puesta. Dejémosle a él, y sólo a él, los frutos.
3. Comed lo que os pongan,
curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el reino de Dios”.
Varias pautas para nuestro apostolado
nos da Jesús en el evangelio de hoy. Yo resumiría estas últimas en una palabra, aceptar:
“comed lo que os pongan, curad a los que haya”.
El mejor apostolado es el testimonio, y
el mejor testimonio es aceptar de corazón lo que nos sucede, todos los gozos o
dificultades que el Señor nos va poniendo en el camino. Eso es aprovechar las
ocasiones, eso es ser apóstol incansable. Esa actitud nos hace estar atentos a
detectar las necesidades de los demás, para poder “curar”, olvidados de
nosotros mismos.
Qué real resulta, visto así, el que
María sea, también en el apostolado, modelo para nosotros. Porque ella era así.
Pedirla que nos dé un corazón como el suyo, que sepa desaparecer, que sepa
aceptar, limpio de egoísmo, sin sombra de vanidad, que no olvide ningún bien,
ni guarde rencor por ningún mal. Así estaremos acercando a los demás el reino
de Dios.