26 febrero 2015. Jueves de la primera semana de Cuaresma – Puntos de oración

1. Oración preparatoria: hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en la presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.” (EE 46)

2. Petición. “Concédenos, Señor, la gracia de practicar siempre el bien, y, pues sin ti no podemos ni siquiera existir, haz que vivamos siempre según tu voluntad.” (Oración colecta de la misa). Pedimos también por Juan José Tobar que está hospitalizado, sometido a un tratamiento delicado. También por Abelardo, que ha sido hospitalizado el lunes con fiebre. Que el Señor les devuelva la salud.

3. Puntos para orar: estamos en Cuaresma, un tiempo de conversión. Y a la conversión, la actitud permanente del alma de un cristiano, nos dirigimos a través de la oración y la penitencia. Hoy las lecturas de la misa nos hablan de cómo tiene que ser nuestra oración. Con un ejemplo del Antiguo Testamento, la reina Ester, que vive una situación de extrema angustia y nos muestra cómo tenemos que orar. En la oración nos va la vida y la de los demás a los que queremos. La reina Ester veía que de ella dependía la salvación o condenación de todo su pueblo, que estaba ya condenado al exterminio. Y puso toda su confianza en el Señor. Y fue escuchada y el pueblo de Israel se libró por su intercesión de la muerte.

4. Resumen de una homilía del Papa Francisco en 2014 sobre la oración de Moisés, otro amigo de Dios:

La oración es una lucha con Dios, y se hace con libertad e insistencia, como un diálogo sincero con un amigo. Esta oración cambia nuestro corazón, porque nos hace conocer mejor cómo es Dios realmente. Dios quiere castigar a su pueblo porque se ha hecho un ídolo, el becerro de oro. Moisés reza con fuerza al Señor para que se lo vuelva a pensar, es una verdadera lucha con Dios. Una lucha del jefe del pueblo para salvar a su pueblo, que es el Pueblo de Dios. Y Moisés habla libremente, también con insistencia. Moisés insiste. Es valiente. La oración debe ser también “un negociación con Dios”, argumentando. Moisés al final convence a Dios y la lectura dice que “el Señor se arrepiente del mal con el que había amenazado a su pueblo”. Pero, ¿qué ha cambiado aquí? ¿Es el Señor el que ha cambiado? Yo creo que no. El que ha cambiado es Moisés, porque él creía que el Señor habría hecho esto, creía que el Señor destruiría al pueblo y él busca, en su memoria, el recuerdo de cuán bueno había sido el Señor con su pueblo, cómo lo sacó de la esclavitud de Egipto y lo llevó adelante con una promesa. Y con estas argumentaciones trata de convencer a Dios, pero en este proceso es él quien reencuentra la memoria del pueblo y recibe la misericordia de Dios”. Este Moisés que tenía miedo, miedo de que Dios hiciese otra cosa, al final desciende del monte con algo grande en el corazón: nuestro Dios es misericordioso. Sabe perdonar. Rectifica sus decisiones. Es un Padre. Todo esto, Moisés lo sabía, pero lo sabía más o menos, y en la oración lo confirma.

Esto hace la oración en nosotros: nos cambia el corazón. Nos hace entender mejor cómo es nuestro Dios. Por eso es importante hablar con el Señor, no con palabras vacías -Jesús dice ‘como hacen los paganos’-. No, no, hablar con la realidad. Pero, mira Señor, que tengo este problema, en la familia, con mi hijo, con esto, con lo otro… ¿Qué puedo hacer? Pero mira, Tú no me puedes dejar así’... ¡Esta es la oración! ¿Cuánto tiempo toma esta oración? Toma su tiempo”. Es el tiempo que necesitamos para conocer mejor a Dios, como se hace con un amigo, porque Moisés, dice la Biblia, rezaba al Señor como un amigo habla a otro amigo. La Biblia dice que Moisés hablaba con el Señor cara a cara, como un amigo –recordó-. Así debe ser la oración: libre, insistente, con argumentaciones. ¡Incluso reprendiendo al Señor un poco!: ‘¡Tú me prometiste esto, y no lo has hecho…!’; así, como se habla a un amigo. Abrir el corazón a esta oración. Moisés bajó del monte fortalecido: ‘He conocido más al Señor, y con la fuerza que le había dado la oración, retoma su misión de conducir al pueblo hacia la Tierra prometida. Porque la oración fortalece, fortalece. Que el Señor nos dé a todos nosotros la gracia, porque rezar es una gracia. Pidamos el Espíritu Santo que Él nos enseñe a rezar, como rezó Moisés, a negociar con Dios, con libertad de espíritu, con valentía. Y el Espíritu Santo, que está siempre presente en nuestra oración, nos conduzca por este camino.

5. Unos minutos antes del final de la oración: Diálogo con Jesús, Avemaría a la Virgen.

6. Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al preparar o al hacer la oración, pedir perdón y proponerme algo concreto para enmendarlo.

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