Viernes de la Primera semana de Cuaresma, para ponernos de verdad en marcha en la escalada cuaresmal. Quizá nos ha pillado un poco despistados el miércoles de ceniza, y aunque lo vivimos con ceniza en el pelo, quizá no llegamos a meternos en la faena de la conversión. La Cuaresma es para la conversión del corazón y, como consecuencia, de nuestra acción; pero eso lleva su proceso y si no nos ponemos en serio se nos pasan los 40 días y no hemos subido ni los dos primeros escalones.
Los viernes tienen que ser días especiales en esta cuaresma. Que la penitencia exterior que hacemos prescindiendo de la carne en la comida, es decir, del lujo, nos impulse a escalar ágiles por la montaña del desierto. Como veis, son todo imágenes de un esfuerzo grande. Caminar por el desierto y más si es subiendo una montaña, supone lucha, supone sudar, supone remontar del cansancio, supone renunciar a cosas superfluas que nos pesarían en exceso, supone centrarnos pacientemente en el camino y olvidarnos de otras distracciones que nos harían retrasar la llegada…
Además de este balance general de cómo vamos viviendo la Cuaresma, el evangelio de hoy pone el acento en la coherencia, en la verdad y en el perdón. Nuestro Papa Francisco es en esto machacón. Nada de darse golpes de pecho y luego tener al lado un hermano abandonado, nada de decir mucho y hacer poco…, nada de ir a misa muy “devotos” y luego tener mil pleitos con los hermanos. El Papa, y el Señor, nos piden honradez y limpieza de corazón. Antes de presentar una ofrenda ritual, se nos pide reconciliación con el hermano. Eso sí que es una verdadera ofrenda a Dios.
¡Cómo será esto de importante que el mismo Señor de la misericordia avisa que si no se vive así quizá te metan en la cárcel y no salgas de allí hasta pagar el último cuarto!
No por el temor, Señor, sino por el amor a ti y a los hermanos, quiero convertir mi corazón. Ayúdame desde este viernes a irlo haciendo, sin prisa, pero sin pausa.
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Para escuchar el salmo cantado: https://www.youtube.com/watch?v=WAHJDWVQtmA