“¿Puede
aprobar Dios que os obedezcamos a vosotros en vez de a él? Juzgadlo vosotros.
Nosotros no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído.”
Esta respuesta de los apóstoles al
Sanedrín tiene que ser también nuestra respuesta al mundo en qué vivimos. No
podemos menos que contar lo que hemos visto y oído.
Fuimos desde pequeños conociendo a
Jesús. Un día lo recibimos en la comunión. Y tras la venida del Espíritu Santo,
hubo un momento en nuestras vidas que notamos una transformación interior.
Quizá fue una comunión bien hecha, un rato de oración o unos ejercicios
Espirituales. Y desde entonces no podemos menos que contar lo que hemos visto y
oído.
“El Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.”
El motor de mi vida es la comunión y la
oración. Percibo que el Señor es mi fuerza. El me empuja con energía a hacer su
voluntad en los lugares donde me muevo. Esa fuerza y esa energía hacen posible
el mandato de Jesús:
“Id al mundo entero y proclamad el
Evangelio a toda la creación.”
Metidos en el mundo sí estamos. ¿Pero
estamos proclamando el Evangelio con nuestras vidas? ¿Somos los seguidores de
un fracasado o de un resucitado?
Que en estas fiestas de Pascua se
refleje en nuestro rostro, en nuestra acción, en nuestra oración esa alegría y
paz desbordante de saberse seguidores de Alguien que ha vencido a la muerte y
que nos ha prometido la Vida Eterna. El que desborda de alegría y paz lo
trasmite a todos los que le rodean cumpliendo casi sin querer el mandato de
Jesús: Proclamad el Evangelio a toda la Creación.