Esta oportunidad de poder felicitar la
Pascua de Resurrección se nos da por tener que invitaros a orar todos los
días con algunas ideas para la oración. Por eso me llena de alegría poder
hacerlo desde aquí y la comienzo:
¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya!
Es el grito de todo este tiempo que
acabamos de inaugurar ayer y que no vamos a ponderar en nuestro corazón
suficiente con la Octava de esta semana, sino que la Iglesia convencida de la
gran noticia que hemos recibido, la prolonga durante cincuenta días, más
que la preparación que han sido cuarenta.
Ahora sí tenemos que pedir gracia, luz
al Espíritu Santo a través de María gozosa con su Hijo resucitado entre sus
brazos, culmen de cuando lo ha tenido al descender de la cruz. En este tiempo
lo tenemos que vivir cabe sí como escribía la Santa, resucitado:
“Al resucitar, Señor, Tu Hijo Único
Triunfador de la muerte, nos abre las puertas de la Eternidad. Haznos vivir con
alma pura las fiestas de la Pascua, así llegaremos a los gozos eternos del
cielo”.
“Has salvado al mundo, nos abres las
puertas del cielo, nos muestras las alegrías eternas el cielo”. Ven Espíritu Santo, ilumina este misterio el más grande
de nuestra redención, no hay otro igual ni podemos imaginar. Tú Señor, superas
nuestros deseos y el amor que nos tienes es tan grande que nos sobrepasas, nos
sorprendes y desbordamos de alegría ante tanto amor derrochado para hacernos
hijos tuyos.
No nos extrañan las carreras de las
mujeres y los discípulos en aquella bendita mañana. Como fuera de sí, no
le van a reconocer, se tiene que hacer el encontradizo. Y lo hace y de qué
forma después de haberlo hecho a su Madre.
-“Alegraos”- les dice-
Si la alegría desbordante debe salir del
corazón. La alegría de la que nos habla el papa Francisco: “La alegría del
Evangelio”. Cuando esta alegría prende en nuestros corazones, no podemos
dejar de anunciarlo, de ser testigos incluso con la vida, como nuestros
hermanos tremendamente perseguidos en tantos países donde se están
jugando la vida y muchos la pierden. Si creyéramos de verdad, les tendríamos
envidia, santa envidia, porque las puertas de la eternidad se abren para ellos.
“La alegría del Evangelio llena el
corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan
salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del
aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. Quiero invitaros-
te invita a ti y a mí, a todos, dice el Papa-a una nueva etapa
evangelizadora marcada por esa alegría”.
¡Cómo descubre el Papa sin duda
inspirado por el Espíritu lo que le falta al mundo! Analiza las causas de esta
tristeza, consumo, individualismo, placeres, indiferencia,… tantos pecados que
nos quitan la alegría, por eso la preparación durante la cuaresma,
no pretende otra cosa que salgamos de la antigua esclavitud del pecado,
que no nos deja ser libres de espíritu. “Invito a cada cristiano a
renovar ahora mismo su encuentro personal con Cristo, a dejarse encontrar con
Él. No hay razón para pensar que esta invitación no es para él, porque “nadie
queda excluido de la alegría reportada por el Señor. Al que arriesga, el Señor
no lo defrauda y cuando das un pequeño paso hacia Jesús, descubres que ÉL ya te
esperaba con los brazos abiertos” para decirte: “He resucitado y estoy
contigo”.
Tienes que desear este encuentro con Él.
Como los del evangelio de estos días empezando por el de la Virgen que no
cuenta el Evangelio porque no hace falta ni para Ella que cree y por su fe lo
ve resucitado y no lo necesita, ni para nosotros que como dice san
Ignacio: “porque la escritura supone que tenemos entendimiento”,
¿Cómo no se va a aparecer a su Madre?
Dedica tu oración a contemplar uno de
estos encuentros, el de la Virgen, las mujeres, los apóstoles, contigo; en
todos hay tres cosas: alegría, fe amor (“¡Madre!” Le dice a Ella; “Alegraos” les
dice a ellas, “María” le dice a la Magdalena y a ti te llama
por tu nombre y viene hacia ti. ¿Qué haces? ¿Qué le vas a decir? Se acerca, te
mira, dice tu nombre; el mismo del bautismo, por el que empezaste a
participar de su Reino: “He resucitado y estoy contigo”.
También yo quiero estar contigo, anunciar tu reino, proclamar tu Resurrección,
Señor. Por tu cruz y Resurrección, nos has salvado Señor.
“Antes de que las almas vean su gloriosa
faz, las somete a una lenta preparación. No basta con que se aparezca al alma.
Antes tiene que elevarla, hacerle desear su presencia, capacitarla para
comprenderle, para abrazarle, para verle cara a cara en el cielo, o
todavía, con el velo de la fe, en esta vida” (P.
Tomás Morales).
San Clemente de Alejandría comenta que
los apóstoles al tocar la carne de Cristo resucitado, esta cedió y palparon la
divinidad y San Juan: “Lo que vimos, lo que palparon nuestras manos, lo
que tocaron acerca del Verbo de la vida, eso es lo que os transmitimos”
Que Santa María nos conforte con el gozo
de la Resurrección, nos conceda fe, alegría y amor; al recordarla con
el “Regina” que en estos días no se nos caiga de los labios
ni del corazón.