(Jn 3, 31-36)
Iniciar nuestra oración pensando cómo Dios me está esperando, me mira complacido y sentir la mirada que un día le regaló al joven rico “fijando en él la mirada lo amó”.
Os propongo hacer esta meditación que San Ignacio presenta al inicio de la cuarta semana de los Ejercicios espirituales.
El silencio escriturístico sobre la aparición del Resucitado a su Madre es, desde el principio, explorado por la “inteligencia de la fe” de la comunidad creyente, testimoniada con gran riqueza, sobre todo en la Iglesia oriental. San Ignacio recogiendo la tradición de esta “inteligencia de la fe” (la Escritura supone que tenemos entendimiento) nos invita a entrar en ella meditando el misterio y explorar su sentido Pascual por medio de la participación de María en la alegría Pascual de su unión con Cristo.
Shalom Asch en su libro María madre de Jesús, es bastante sorprendente leer en esta obra el intento de describir la primera aparición de Jesús: “de repente el cuerpo de Myriam se estremeció. Vieron (los de la comunidad cristiana) que su ojos se dirigían a un punto del espacio, abiertos y mudos sus labios (...) vieron su sonrisa, sus ojos arrasados en lágrimas. Extendió sus manos temblorosas y de sus labios sonrientes salieron, dulce, tiernamente, las palabras familiares: Tinoki, tinoki –Mi niño, mi niño- (...) Los discípulos oyeron la voz que tan conocida les era: Shalom alei’hem -La paz sea contigo, madre-”. Este pasaje literario del autor judío prueba al mismo tiempo la continuidad de la tradición y la delicadeza que hace falta para comprender la historia de esta aparición a la Virgen y para contemplarla.
Ya san Efrén en el siglo IV escribe: “igual que la Virgen María estaba presente en el primer milagro de su hijo, así también, Ella recibió las primicias de la salida de los infiernos”. El que dude de esta aparición a la Madre, Jesús les podrá reprochar como a los dos de Emaús ¡que necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿También vosotros estáis sin entendimiento?
San Ignacio propone estos cuatro puntos para la meditación:
1º punto: Pedir la gracia a Dios Nuestro Señor para que mis intenciones, acciones y operaciones sean ordenadas en servicio y alabanza a su Divina Majestad (ponerse en la presencia de Dios).
2º punto: Hacer la petición de lo que quiero en esta contemplación: la gracia para alegrarme y gozar de tanta gloria y gozo de Cristo resucitado
3º punto: Es ver las personas (Jesús y María) oír lo que hablan, mirar lo que hacen, cómo se manifiesta su divinidad para que yo saque fuerzas en los momentos oscuros de mi caminar.
4º punto: Terminar con un coloquio con ellos dos.
Al final de nuestra oración darle gracias al Señor por tanto bien recibido y suplicarle que nos preparemos para recibir al Espíritu Santo para poder ir por todo el mundo anunciando la Buena Nueva que es Cristo Resucitado.