Id al templo y explicadle allí al pueblo
íntegramente este modo de vida
Al iniciar la oración nos ponemos en
presencia de Dios y pedimos luz y fuerza al Espíritu Santo para que abra
nuestro entendimiento y mueva nuestro corazón para amar.
En la lectura de los Hechos de los
apóstoles vemos por una parte la acción del “mundo”, representada en el sumo
sacerdote y en los saduceos que llenos de envidia mandan encarcelar a
los apóstoles, pues pese a la prohibición de predicar y hablar en nombre de
Jesús que le habían hecho ellos no dejaron de contar lo que habían visto y oído
de su encuentro y vida compartida con Jesús.
Por otra parte está la acción del Señor
a través de su ángel, que les abrió las puertas de la celda y los sacó
fuera, diciéndoles: «ld al templo y explicadle allí al pueblo íntegramente este
modo de vida.» Entonces ellos entraron en el templo al amanecer y se pusieron a
enseñar.
El modo de vida que los apóstoles
enseñan es el modo de vivir de Jesús, pobre, humilde, atento a las necesidades
más profundas de los que tiene a su lado, insertado en el momento presente con
plenitud. Es el modo de vida reflejado en las bienaventuranzas que vive con el
que sufre, con el que llora, con el limpio y manso de corazón, con el
perseguido por buscar la justicia y santidad.
Hoy el Señor nos pide también a nosotros
que con nuestra palabra y con nuestra vida en Cristo enseñemos a los que nos
rodean a vivir, a tantos que no han encontrado el sentido de la vida y que
están extenuados por el cansancio y la sed del camino. Porque Dios no
mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve
por él.
Dichoso el que se acoge a él.
El salmo 33 es muy consolador; como
vivió la Virgen, nos invita a:
- Alegrarnos en el Señor.
Mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.
- A alabarlo, a contemplarlo y a acudir
a él con confianza.
Proclamad
conmigo la grandeza del Señor,
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias.
- A gozarnos en él.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.