24 abril 2015. Viernes de la tercera semana de Pascua – Puntos de oración

Elegimos una oración de súplica para comenzar a orar. La tomamos de la oración colecta de la Misa de hoy: “Padre, que el Espíritu Santo, con su amor, nos haga resucitar a una vida nueva. Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo”.
Hoy la lectura de los Hechos de los Apóstoles nos narra una “resurrección” a una vida nueva por obra del Espíritu Santo: La conversión de san Pablo. Nos quedamos con un detalle de este magnífico relato: la imposición de manos que Ananías hace sobre Saulo ciego después del encuentro con Jesús. Le dice: “Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y te llenes de Espíritu Santo”. El primer efecto del Espíritu Santo en Saulo es una nueva visión de las cosas: “Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista”. Seguramente todos tenemos unas escamas en los ojos de nuestra alma que nos impiden ver, percibir la verdad de algo, tomar una solución adecuada a un problema… Le pedimos humildemente al Espíritu Santo que nos ilumine, que se nos caigan las escamas de los ojos que nos impiden ver a Jesús en nuestros hermanos, como Saulo que perseguía a Jesús en sus discípulos.
Para llenarnos del Espíritu Santo y resucitar a una vida nueva hemos de alimentarnos de la Eucaristía. Saboreamos despacio el discurso del Pan de vida de Jesús en Cafarnaúm. ¿Para qué nos ha dado Jesús el Pan de la Eucaristía? Si nos atenemos a sus palabras, descubrimos que la Eucaristía se ha dado para vivir de Cristo. Como él vive por el Padre, el que come su Cuerpo y bebe su Sangre vive gracias a Cristo. Es alimento que le da vida, le sostiene en el camino y le regala la vida eterna y la resurrección en el último día. ¡Qué maravilloso es vivir en gracia de Dios: Cristo vive en mí y yo en él! No es lo mismo tomar un café, estudiar, jugar un partido de fútbol… con el corazón en gracia de Dios que sin Él. Cuando tengo a Cristo, vivo de Cristo, todo sabe a vida eterna, soy alabanza del Padre, Él me sostiene y da fuerzas.

Empezaba con una súplica y termino mi oración con una súplica, tomada del discurso de Jesús: “Señor, danos siempre de este Pan. Danos el Pan de la vida para que vivamos de Ti”.

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