Elegimos una oración de súplica para
comenzar a orar. La tomamos de la oración colecta de la Misa de hoy: “Padre,
que el Espíritu Santo, con su amor, nos haga resucitar a una vida nueva. Te lo
pedimos por Jesucristo, tu Hijo”.
Hoy la lectura de los Hechos de los
Apóstoles nos narra una “resurrección” a una vida nueva por obra del Espíritu
Santo: La conversión de san Pablo. Nos quedamos con un detalle de este
magnífico relato: la imposición de manos que Ananías hace sobre Saulo ciego
después del encuentro con Jesús. Le dice: “Hermano Saulo, el Señor Jesús, que
se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la
vista y te llenes de Espíritu Santo”. El primer efecto del Espíritu Santo en
Saulo es una nueva visión de las cosas: “Inmediatamente se le cayeron de los
ojos una especie de escamas, y recobró la vista”. Seguramente todos tenemos
unas escamas en los ojos de nuestra alma que nos impiden ver, percibir la
verdad de algo, tomar una solución adecuada a un problema… Le pedimos
humildemente al Espíritu Santo que nos ilumine, que se nos caigan las escamas
de los ojos que nos impiden ver a Jesús en nuestros hermanos, como Saulo que
perseguía a Jesús en sus discípulos.
Para llenarnos del Espíritu Santo y
resucitar a una vida nueva hemos de alimentarnos de la Eucaristía. Saboreamos
despacio el discurso del Pan de vida de Jesús en Cafarnaúm. ¿Para qué nos ha
dado Jesús el Pan de la Eucaristía? Si nos atenemos a sus palabras, descubrimos
que la Eucaristía se ha dado para vivir de Cristo. Como él vive por el Padre,
el que come su Cuerpo y bebe su Sangre vive gracias a Cristo. Es alimento que
le da vida, le sostiene en el camino y le regala la vida eterna y la
resurrección en el último día. ¡Qué maravilloso es vivir en gracia de Dios:
Cristo vive en mí y yo en él! No es lo mismo tomar un café, estudiar, jugar un
partido de fútbol… con el corazón en gracia de Dios que sin Él. Cuando tengo a
Cristo, vivo de Cristo, todo sabe a vida eterna, soy alabanza del Padre, Él me
sostiene y da fuerzas.
Empezaba con una súplica y termino mi
oración con una súplica, tomada del discurso de Jesús: “Señor, danos siempre de
este Pan. Danos el Pan de la vida para que vivamos de Ti”.