Hoy es más importante que nunca hacer la preparación adecuada para hacer bien la oración. Nos ponemos en la presencia de Dios y hacemos lo posible por sentir su cercanía; traemos a nuestro lado a Jesús. Le pedimos a la Virgen que nos ayude a estar con Jesús, a sentir con Jesús; a amar a Jesús.
El evangelio de la misa de hoy es el ejemplo más real del mundo actual: Los discípulos de Jesús estamos subidos a la barca de la Iglesia y seguimos navegando por los mares del mundo. Cada vez es más acusada la tormenta que se cierne sobre nosotros: la Iglesia es hoy, más que nunca, golpeada y castigada por el mundo. Nunca ha habido mayor número de mártires que en estos tiempos. En Nigeria se queman iglesias repletas de cristianos que acuden a misa sin dejar que nadie escape. Se decapitan cristianos sólo por el hecho de serlo, incluso niños que no quieren rechazar su fe. El martirio es el patrimonio común de todos los cristianos en estas fechas: el martirio está uniendo a las distintas confesiones cristianas.
Por otro lado la corrupción interna, dentro de la Iglesia, nos hace sufrir: los distintos casos de abusos sexuales por parte de miembros destacados de la Iglesia nos duele.
Las muchas defecciones en sacerdotes y consagrados en la Iglesia, nos hacen sufrir continuamente.
Ante tanta tormenta que zarandea la iglesia, hoy escuchamos de nuevo de labios de Jesús: ¡No temáis, soy yo! Sé que cuesta entender que el Señor está cerca, pero así es. Mira al sagrario si estás en una capilla y escucha que sale de dentro la frase ¡No temáis, soy yo! Cada vez que tu esperanza decaiga piensa: ¡No temáis, soy yo! Cada vez que te enteres de un nuevo martirio en la Iglesia, sigue escuchando en tu interior: ¡No temáis, soy yo! Como los apóstoles intenta subir al Maestro a la barca y es posible que te des cuenta de que has llegado al destino.