12 abril 2015. Domingo segunda semana de Pascua – Puntos de oración

“Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”.
Ese es el tema de fondo de la liturgia de este domingo, una invitación a alegrarnos porque Dios se puede definir muy bien con una palabra: misericordia.
Por eso el salmo de la misa sigue diciendo:
“Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.”

Comencemos pues nuestra oración cantando con el salmo, porque:
“Éste es el día en que actuó el Señor:
Sea nuestra alegría y nuestro gozo.”

Salmo que nos recuerda también que del Señor resucitado nos viene la salvación, nos viene la prosperidad, ya que “el Señor es Dios” y “Él nos ilumina.”
Repasemos despacio el evangelio de este día:
“Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.”

Jesús muestra su misericordia con sus discípulos, también con Tomás, pese a su falta de fe, la misma que la nuestra. Si no vemos, no creemos. Pero Jesús nos invita a ver por encima de las evidencias materiales, a confiar en que Dios puede hacer maravillas en nuestra vida si le dejamos.
Contemplando a Jesús, reunido con los discípulos, comprendemos mejor que no se puede descubrir al resucitado si no es en comunidad. Aquí no cabe el individualismo que tan perniciosamente la sociedad actual ha metido dentro de nosotros. Preguntarle a Tomás. Por no estar con los demás, precisamente el primer día de la semana, no pudo ver a Jesús. Porque “donde estéis dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo”. Pero  nosotros nos empeñamos en ser felices en solitario, en creer que nos salvamos solos.
Jesucristo manifiesta su presencia en medio de su Iglesia por la alegría: “Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”. La alegría es el signo de la presencia de Cristo resucitado, es la victoria de la vida sobre el pesimismo y la tristeza de la muerte. La alegría cristiana es una sana y serena expresión de la paz interior: “Paz a vosotros”.
Es el fruto de la misericordia de Dios llenando nuestros corazones.

Demos gracias a María por enseñarnos a estar junto a ella, abiertos como ella a la misericordia de Dios. Y pidámosla que nunca dudemos del amor que Dios nos tiene.

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