Nos ponemos en presencia del Señor al comenzar nuestra oración. Pedimos luz y fuerza al Espíritu Santo.
Hoy es fiesta en algunas comunidades al menos en Castilla y León; hacemos la oración con más tranquilidad, si estamos delante de un sagrario.
Cada año, en el “Santísimo Triduo del Cristo crucificado, muerto y resucitado”, como lo llama san Agustín, la Iglesia recorre, en un clima de oración y penitencia, las etapas conclusivas de la vida terrena de Jesús: su condena a muerte, la subida al calvario llevando la cruz, su sacrificio por nuestra salvación y su sepultura. Luego, al tercer día, la Iglesia revive su resurrección; es la Pascua, paso de Jesús de la muerte a la vida, en el que se realizan en plenitud las antiguas profecías. Toda la liturgia del tiempo pascual canta la certeza y la alegría de la resurrección de Cristo.
Celebramos la festividad de San Jorge, el Megalomártir, el Gran Mártir, le llaman los griegos. El defensor de la Iglesia, el portaestandarte de la fe, el defensor de los perseguidores e inocentes, el patrón de los Cruzados y de varias ciudades españolas. Patrono de los boy-scouts. Todo esto es el glorioso mártir que hoy celebramos. Nació en Palestina. Abrazó la carrera militar. El emperador Diocleciano le llega a decir: – “¿Sabes que puedo darte la muerte o, por lo menos, privarte de cuanto tienes?” – “No me importa nada todo esto. Mi vida es de Cristo, mi Dios y Señor, y Él me ayudará… hasta que llegue a poseerle en el cielo a donde espero ir…”
En estos días que está muriendo tantos cristianos hagamos una oración por los cristianos perseguidos.
“Cuando oigo que tantos cristianos en el mundo están sufriendo, ¿soy indiferente, o es como si sufriera uno de mi familia? Cuando pienso u oigo decir que muchos cristianos son perseguidos y hasta dan la vida por su fe, ¿esto toca mi corazón, o no me llega? ¿Cuántos de ustedes están orando por los cristianos perseguidos?” Papa Francisco.
Leo con atención la lectura. Ponte en el lugar de Felipe: con qué alegría anunciaba a Jesús. ¡Me alegro cuando vivo como Jesús!
El Salmo nos dice: Aclama al Señor tierra entera.
El evangelio: Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que come de este pan vivirá eternamente. El pan que yo daré es mi carme para la vida del mundo.
Que me prepare para recibir el verdadero pan. Si puedo, procurar acercarme a recibir a Jesús en la comunión para experimentar su gran amor vivo bajado del cielo... “Quien a Dios tiene nada le falta” (Santa Teresa).