Como
cada día comenzamos nuestra oración poniéndonos en manos de Dios y ofreciéndole
todo nuestro día, especialmente lo pequeño, lo que nadie ve.
En el
evangelio de hoy Jesús nos habla de la Ley y cómo Él no viene a abolir sino a
dar plenitud. Esto puede abrirnos una primera reflexión y en un coloquio con
Dios descubrir el AMOR en la base de cada Ley. Y de igual manera ver si la
razón por la que nosotros las cumplimos, mejor o peor, es también el amor y no
el miedo, el orgullo, o hacemos las cosas sin darle ningún sentido.
Podemos
prestar especial atención a las cosas que nos parecen pequeñas, al pequeño
detalle. Podemos fijarnos en Jesús (como siempre) y descubrir en el hijo del
carpintero, en el nazareno, en el hombre que paso treinta años en casa,
ayudando en las cosas pequeñas, sin que nadie le pudiera ver, siendo el Mesías
y descubrir en esa vida oculta nuestra verdadera santidad, donde sólo si
estamos muy cerca de Dios podemos vivir como deseamos y quiere Jesús.
Quizás
hay cosas en nuestra vida que hemos ido pactando con ellas, miserias,
cosas que nos parecen "demasiado". También es un día para
que hablemos con Dios, reflexionemos sobre estas cosas y pedirle fuerzas porque
no somos capaces de hacerlas con amor y no las entendemos.
Acudamos
a la Virgen y veamos como callaba cuando no entendía y lo guardaba todo en su
corazón, confiada en el amor infinito de Dios nada temía, pidámosla que nos
abrace y no nos suelte y nos enseñe a confiar ciegamente en Dios.