20 junio 2015. Sábado de la XI semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

“Después de acostado, ya que me quiera dormir, por espacio de un Avemaría pensar a la hora que me tengo de levantar, y a qué, resumiendo el ejercicio que tengo de hacer.” (San Ignacio – primera adición – ejercicios espirituales). 
Al día siguiente: iniciaremos nuestro rato exclusivo con el Señor, poniéndonos en su presencia y recordando la oración preparatoria de san Ignacio:
“Pedimos gracia a Dios nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad”.
Recordamos que siempre en nuestro rato diario de oración estamos acompañados por la presencia maternal de María. A san José le pedimos por nuestra perseverancia.
Sujetemos nuestra imaginación, metiéndonos en una escena en la que Jesús sentado, rodeado de sus discípulos, en un pequeño monte, vestido con su túnica blanca de una sola pieza. Empieza a hablarnos de la confianza en Dios  Padre.
En línea con el evangelio, la primera lectura de hoy, Corintios 12 1,10,  parece escrita por Abelardo para recordarnos su “espiritualidad de las miserias” y de  las “manos vacías”.
“Lo que es yo, sólo presumiré de mis debilidades”. Esta frase, en el contexto que está escrito, es la conclusión de alguien que ha recibido gracias inmensas y él se siente como una débil vasija de barro, indigno de los dones recibidos.
Pablo pide liberarse de lo que él cree que le aparta de Dios: “Un ángel de Satanás que me apalea”… “Tres veces he pedido al Señor verme libre de él;”.  Dios le responde: “Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad”. “Lo que quiero son tus miserias”, nos repetía una y otra vez Abelardo.
“Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá  en mí la fuerza de Cristo” (Pablo). “Dios no está ciego, nos dice san Juan de Ávila. Dios nos ve con nuestras imperfecciones, miserias, limitaciones. Y, sin embargo, nos ama a pesar de todo esto porque Él es el Amor, es la bondad, es la perfección” (Abelardo de Armas – Febrero 2001 – Agua viva). “Porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte” (Pablo).
Esta disposición humilde del alma, ante Dios, es la que nos permite saborear el salmo: “Gustad y ved qué bueno es el Señor”. 
El evangelio nos advierte que “Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.”  Abelardo nos advertía que había que tener cuidado con el deseo de riquezas, que a veces podemos apetecerlo por deseo de hacer el bien.  Entre las riquezas incluía la salud, la inteligencia, la belleza, la simpatía, los títulos académicos….”De todos esos talentos Dios nos ha dotado, pero como administradores, no tenemos nada que no hayamos recibido”.
“Jesús no quiere seguridad en las riquezas, ni aun siquiera en la riqueza espiritual. En cuanto una persona pone la seguridad en que hace bien la oración, en que es una persona de unión con Dios, etc., ya está fuera del plan divino” ( Abelardo, citado por Abilio de Gregorio).

Acabemos nuestras reflexiones con un coloquio con Jesús.  San Ignacio nos lo precisa: “el coloquio se hace, propiamente hablando, así como un amigo habla a otro, o un siervo a su señor: cuándo pidiendo alguna gracia, cuándo culpándose por algún mal hecho, cuándo comunicando sus cosas y queriendo consejo en ellas. Y decir un Pater noster”.

Archivo del blog