“Un día que ayunaban y daban culto al Señor, dijo el Espíritu Santo: «Apartadme a Bernabé y a Saulo para la misión a que los he llamado.» Volvieron a ayunar y a orar, les impusieron las manos y los despidieron.”
Estamos acostumbrados a ser testigos,
con la boca abierta, de las hazañas de los primeros apóstoles y de los santos
que vamos conociendo. Esto no debe ser así. Nosotros también estamos siendo
llamados para una misión. El clima de oración y la apertura al Espíritu Santo nos
van desbrozando ese camino nuevo en el que Dios tiene preparada para nosotros
nuestra misión.
Digamos todos los días: “Dios, Espíritu
Santo, dime cuál es mi misión y ayúdame a cumplirla.”
“Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad.”
Tenemos que tener la seguridad de que
Dios ha vencido definitivamente al mundo. Todo fracaso es aparente. No demos
tantas vueltas a lo que pasa a nuestro alrededor y centrémonos en lo que pasa
dentro de nuestro corazón. Si estamos unidos a Dios y nuestro corazón es de Él:
Los confines de la tierra contemplarán la victoria de nuestro Dios y todas las
personas del mundo terminarán aclamándolo.
“Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.”
Cuanto bien recibido durante largos años
de oración, Ejercicios, retiros y formación. Lo que hemos recibido nos permite
tener el corazón rebosante para dar a tantas personas que necesitan de nuestra
experiencia. Cuánta gente vive alejada de Dios y nosotros desde el balcón les
miramos. Cuánta oveja maloliente fuera del redil. Olemos bien y decimos qué
buenos somos. Palabras del Papa Francisco que escuchamos y leemos muchas veces.
¿Cuándo las pondremos por obra?