Iniciamos nuestro rato de oración con un
examen de conciencia y dolor de los pecados y santiguándonos, siguiendo el
consejo de Santa Teresa, sabiendo que el Señor está dentro de mí.
Os exhortamos a no echar en saco roto la
gracia de Dios.
El apóstol San Pablo nos anima a
continuar la labor que el Espíritu Santo ha iniciado en nosotros con el
bautismo, haciéndonos caer en la cuenta que el Señor nunca nos abandona: «En
tiempo favorable te escuché, en día de salvación vine en tu ayuda»
Finaliza el texto de 2 Corintios
expresando los contrastes del apóstol, el misterio de cruz y resurrección de
nuestras vidas, …los impostores que dicen la verdad, los desconocidos conocidos
de sobra, los moribundos que están bien vivos, los sentenciados nunca
ajusticiados, los afligidos siempre alegres, los pobres que enriquecen a
muchos, los necesitados que todo lo poseen.
Estos contrastes del apóstol me evocan
otra cadena de contrastes sugerida por Abelardo de Armas hace ahora 30 años, en
que expresaba su deseo de que viviéramos con un estilo de vida evangélico en
orden a la educación de la juventud y de la sociedad:
Fortaleza y suavidad, firmeza y ternura,
exigencia y comprensión, iniciativa y docilidad, responsabilidad y alegría,
improvisación y orden. Rica personalidad y supeditación al bien común, espíritu
observador y crítico, más jamás criticista, creativo, aunque no secunde el
mando nuestras sugerencias. Siempre unidos, nunca disgregados, pacientes
siempre y con todos, y más especialmente con uno mismo, abnegados en todo
tiempo y lugar, sin quejas ni murmuraciones. Dándose sin reservas, y aceptando
todo cuanto viene y se nos da. Amor universal y negación al apegamiento
particular. Empobrecerse para enriquecer, y enriqueciéndose por la donación del
que se empobrece. Sufrir sonriendo, y alegrar al que llora en su corazón.
Reflexivos pero no cavilosos. Constantes y tenaces, pero nunca tozudos.
Inspirados y abiertos a la genialidad, más contrarios al sentimentalismo y a
las imaginaciones desbocadas. Y cerrando toda esta cadena pendiente de nuevos
eslabones que la enriquezcan, autoeducarse sin caer en la autosuficiencia.
Se acordó de su misericordia y su
fidelidad
Oramos con el salmo 97
Cantad al Señor un cántico nuevo, porque
ha hecho maravillas:
Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.
Aclamad al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad.
Nuestra confianza y alegría están sustentadas en saber que nuestro Dios es misericordioso y fiel y no se olvida de sus hijos, de sus pequeños.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.
Aclamad al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad.
Nuestra confianza y alegría están sustentadas en saber que nuestro Dios es misericordioso y fiel y no se olvida de sus hijos, de sus pequeños.
«A quien te pide, dale, y al que te
pide prestado, no lo rehúyas.»
En el Evangelio esta palabra del Señor
escapa a toda lógica humana. La lógica humana sin el auxilio del Señor es la
del "Ojo por ojo, diente por diente".
Quién sino Dios podría habernos dicho:
“presenta la otra mejilla al que te abofetea”, “dale también la capa al que te
quiera quitar la túnica”, “a quien te pide, dale y no lo rehúyas”.
Jesús nos quiere contagiar su
desprendimiento de todas las cosas y hacernos ver el valor de cada persona. Nos
quiere poner en la órbita divina para que todo el que nos vea encuentre a Dios
y pueda glorificarle. Nos fijamos en María para ver cómo actúa en silencio,
para pedirle que seamos uno de los pequeños del Señor.