1. “Levantando la vista”
“Oráculo de Balaam hijo de
Beor, ¡Qué hermosas son tus carpas, Jacob,
y tus moradas, Israel! …Lo veo, pero no ahora” (Núm 24,2-7.15-17a).
Necesitamos mirar de otro modo: levantando la vista, con ojos perfectos. Como
nos invita Jesús en el Evangelio, con ojos purificados, como los suyos
“purísimos” como solía decir el P. Segundo Llorente. En el Año de la
Misericordia quizá debamos una vista para REVISAR nuestra vista, graduarla en
el Señor, aceptando con humildad que quizá debamos ponernos gafas de fe, de
esperanza, de caridad, de alegría.
2. Caminante, sí hay CAMINO
“Muéstrame, Señor, tus
caminos, enséñame tus senderos. Guíame por el camino de tu
fidelidad; enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador”(Salmo 25)
Se hace camino al orar, al suplicar, al
perseverar…
3. Si vosotros, entonces Yo
“Jesús les respondió: "Yo también
quiero haceros una sola pregunta. Si me respondéis, os diré con qué autoridad
hago estas cosas” (Mt 21)
Jesús siempre cuenta con nosotros, no
entra si nosotros no le abrimos, no fuerza pero nos anima y estimula a que le
pidamos lo que en realidad quiere darnos.
4. FIESTA DE SAN
JUAN DE LA CRUZ. A
424 años de su muerte, sigue siendo un faro que ilumina nuestro caminar.
Me encantan dos de sus Dichos de Luz y Amor - Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y ésta habla siempre en eterno
silencio, y en silencio ha de ser oída del alma. (D 114)
-No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu amado Hijo
Jesucristo, en quien me diste todo lo que quiero. Por eso me gozaré de que no
te tardarás si yo me espero. Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son
las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y
la Madre de Dios es mía y todas las cosas son mías, y el mismo Dios es mío y
para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues, ¿Qué pides y buscas, alma
mía? Tuyo es todo esto y todo es para ti. No te pongas en menos ni te conformes
con las migajas que caen de la mesa de tu Padre. Sal fuera y gloríate de tu
gloria, escóndete en ella y goza, y alcanzarás las peticiones de tu corazón». (D 26).
-En el resplandor de la fiesta de la
Inmaculada y en pleno Adviento, os comparto lo que refiere el P. Ángel Peña de
su AMOR A LA VIRGEN MARÍA
Desde muy niño tenía mucha devoción a la
Virgen María, especialmente desde que fue salvado por ella en dos
oportunidades. Ya hemos anotado que, cuando cayó en la laguna de su pueblo, se
le apareció la Virgen muy hermosa y resplandeciente en el aire, que
entendió ser la Reina de los ángeles, María Nuestra Señora [1].
También en Medina del Campo cayó a un
pozo del hospital y él mismo le dijo al padre Inocencio de San Andrés que, cuando
cayó, se hundió hasta el suelo y se le apareció Nuestra Señora y le asió de la
mano y lo subió a la superficie o alto del agua y estuvo con ella como si
estuviera sobre alguna tabla [2].
Quiso entrar de religioso en la Orden
del Carmen por amor a María y quiso durante toda su vida honrarla especialmente
en sus fiestas.
Según la declaración de sor Francisca de
la Madre de Dios, amaba mucho a la Virgen María, de modo que,
dondequiera que la veía pintada le daba gran consuelo el mirarla y se acordaba
de cuando la había visto en el pozo y se regalaba en mirarla con que le crecía
más el amor, viendo el cuidado con que le hacía el oficio de madre [3].
El padre Jerónimo de la Cruz manifestó: En
la fiesta del santísimo nacimiento de Cristo era de admiración ver las palabras
y acciones y modos que inventaba; y la devoción y ternura con que la celebraba
y hacía la celebrasen los demás religiosos a solas. Porque era de ver cómo
después de anochecido, llevando a la Madre de Dios en andas, iban todos los
religiosos acompañándola y hacían sus pausas en algunas partes del claustro,
pidiendo posada para la Virgen, que venía de camino, teniendo en estos puestos
religiosos que respondían como huéspedes. Y con esta representación de lo
pasado y con las tiernas palabras y levantados sentimientos que sobre aquello
decía, causaba en todos devoción. Y este testigo dice de sí que de oírle decir
las partes de la doncella para quien pedía la posada y cómo venía preñada del
Hijo de Dios y otras cosas, le avivaba la fe de este misterio y le causaba
ternura y devoción [4].
El padre Martín de la Asunción asegura
que todas sus pláticas y conversaciones eran tratar del Santísimo
Sacramento y de la Virgen María Nuestra Señora [5]. Todos los días rezaba
el Oficio de Nuestra Señora de rodillas [6]. Y le gustaba cantar por los
caminos himnos a la Virgen [7]. En su celda
sólo tenía una cruz, el breviario, la Biblia y una imagen de la Virgen María.