30 diciembre 2015. Sexto día de la Octava de Navidad – Puntos de oración

Podemos empezar nuestra oración recitando el salmo. Hoy corresponde el salmo 95.
“Alégrese el cielo, goce la tierra”.
Las lecturas del día se refieren a la voluntad de Dios, la alegría en la alabanza al Señor y nos hablan de una viuda anciana profetisa.
El primer párrafo de la carta de san Juan nos subraya lo que más le gusta al Señor y  a su Iglesia: el perdón, la misericordia. Ha venido el perdón a la humanidad porque el que existía desde el principio se manifiesta en la ternura de un recién nacido, se manifiesta también en la humildad del que depende de otros para todo o en la indigencia del que no tiene nada.
Contrasta su mensaje con aquel que nos recuerda Juan sobre  la “arrogancia del dinero”, resume el evangelista los dos caminos en los últimos párrafos del pasaje de su carta,  seleccionado: “Y el mundo pasa, con sus pasiones.  Pero el que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre”. Vamos eligiendo en nuestra vida entre lo provisional (la arrogancia)   y lo eterno (la misericordia del Padre).
El salmo 95 es un canto al Señor como Dios, “Decid a los pueblos el Señor es Rey”. La naturaleza se muestra alegre, con cánticos y proclamaciones pues llega la victoria de nuestro Dios. Manifiesta el contraste entre la grandeza del Creador y la humildad del niño que nos libera.
La anciana profetisa Ana “es la imagen por excelencia de la persona verdaderamente piadosa. En el templo se siente simplemente en su casa. Vive cerca de Dios y para Dios en cuerpo y alma. De este modo, es realmente una mujer colmada de Espíritu, una profetisa. Puesto que vive en el templo-en adoración- está allí cuando llega Jesús”. (Benedicto XVI).
Francisco asimila habitualmente a la mujer viuda con la Iglesia. En esta ocasión será en su faceta orante, en el centro, como el corazón  bombeando vida a todos los miembros. Leamos despacio el evangelio desde este punto de vista, poniendo nuestra Iglesia en el puesto de esta “mujer muy anciana”.
La Iglesia es una “mujer muy anciana” que de jovencita vivió unos años casada,  cuando  el novio se hizo carne y habitó entre nosotros.  Luego viuda durante mucho tiempo,  “sirviendo a Dios con ayunos y oraciones”. Finalmente, el evangelio enumera la tarea de la Iglesia y por lo tanto de cada uno de sus miembros,  durante el  adviento y navidad: “hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén”.
Pidamos hoy a la Virgen la gracia de la contemplación, que en el templo de nuestro momento presente nos encontremos en adoración, una actitud que nos permita reconocer el “paso” de  Jesús por nuestra vida.

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