Podemos
empezar nuestra oración recitando el salmo. Hoy corresponde el salmo 95.
“Alégrese el cielo, goce la tierra”.
Las lecturas del día se refieren a la voluntad de Dios, la
alegría en la alabanza al Señor y nos hablan de una viuda anciana profetisa.
El primer párrafo de la carta de san Juan nos subraya lo
que más le gusta al Señor y a su Iglesia: el perdón, la misericordia. Ha
venido el perdón a la humanidad porque el que existía desde el principio se
manifiesta en la ternura de un recién nacido, se manifiesta también en la
humildad del que depende de otros para todo o en la indigencia del que no tiene
nada.
Contrasta su mensaje con aquel que nos recuerda Juan
sobre la “arrogancia del
dinero”, resume el evangelista los dos caminos en los últimos párrafos del
pasaje de su carta, seleccionado: “Y
el mundo pasa, con sus pasiones. Pero el que hace la voluntad de Dios,
permanece para siempre”. Vamos eligiendo en nuestra vida entre lo
provisional (la arrogancia) y lo eterno (la misericordia del
Padre).
El salmo 95 es un canto al Señor como Dios, “Decid a los pueblos el Señor es
Rey”. La naturaleza se muestra alegre, con cánticos y proclamaciones pues
llega la victoria de nuestro Dios. Manifiesta el contraste entre la grandeza
del Creador y la humildad del niño que nos libera.
La anciana profetisa Ana “es la imagen por excelencia de
la persona verdaderamente piadosa. En el templo se siente simplemente en su
casa. Vive cerca de Dios y para Dios en cuerpo y alma. De este modo, es
realmente una mujer colmada de Espíritu, una profetisa. Puesto que vive en el
templo-en adoración- está allí cuando llega Jesús”. (Benedicto XVI).
Francisco asimila habitualmente a la mujer viuda con la
Iglesia. En esta ocasión será en su faceta orante, en el centro, como el
corazón bombeando vida a todos los miembros. Leamos despacio el evangelio
desde este punto de vista, poniendo nuestra Iglesia en el puesto de esta “mujer muy anciana”.
La Iglesia es una “mujer
muy anciana” que de jovencita
vivió unos años casada, cuando el novio se hizo carne y habitó
entre nosotros. Luego viuda durante mucho tiempo, “sirviendo a Dios con ayunos y
oraciones”. Finalmente, el evangelio enumera la tarea de la Iglesia y por
lo tanto de cada uno de sus miembros, durante el adviento y
navidad: “hablaba del niño a
todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén”.
Pidamos hoy a la Virgen la gracia de la contemplación, que
en el templo de nuestro momento presente nos encontremos en adoración, una
actitud que nos permita reconocer el “paso” de Jesús por nuestra vida.