Hoy,
podemos hacer la oración desde el carácter de los dos ciegos del evangelio.
Parecen hermanos gemelos o, al menos, con el mismo carácter porque el
evangelista nombra a los dos pero no los diferencia en nada.
Primero, seamos como los ciegos que piden al Señor
compasión. Tenemos una debilidad, dificultad o prueba… ¡quién no tiene alguna!
Y lo que tenemos que hacer es pedirle al Señor que nos la cure si es que nos
viene bien.
Una vez pedido, en segundo lugar, nos quedamos tranquilos
porque sabemos que el Señor va a hacer lo mejor para nosotros. A los ciegos les
condiciona su curación a la fe que tengan. ¡Uf… quizá a nosotros nos falte esa
confianza para ser curados! Los ciegos, tienen una fe potente en ese Señor que
obra tantos milagros. Y, nosotros que hemos visto tantos milagros, a veces, no
creemos. Eso lo tenemos que cambiar. Digámosle al Señor muchas veces en la
oración de hoy: “Creo en ti Señor”, “confío en ti”.
La tercera actitud de los ciegos es la de “desobediencia”.
Las razones por las que Jesús les dijo que no comentaran por ahí su curación,
pueden ser varias, quizás no adelantar la persecución de los judíos, o evitar
que algunos lo siguieran solo por ser un gran milagrero, o evitar que las
multitudes lo persiguieran en todos los sitios y no le dejaran descansar ni un
momento… No sabemos, ninguna razón nos convence mucho. El caso es que los
ciegos que habían recibido tan gran regalo, el regalo de la vista, no pueden
callarse y lo proclaman por todos los lados. Para nosotros ahora no hay razones
para callar el bien que nos hace el Señor, así que vamos a “desobedecer” en
esto un poco. Hablemos de Jesucristo a todos contándole que nos ha curado de
nuestros pecados y miserias y que nos hace cada año en Navidad hombres nuevos.
Un adviento para esperar a quien nos renueva.
Seguimos rezamos estos días con la Virgen Inmaculada.
Llena de Jesús, la Llena de Gracia, nos llene a nosotros de su amor.