Se nos presentan cinco acuarelas
sobre la misión del hombre en la Tierra:
- Hijos de Dios: El desbordamiento del amor de Dios tiene como
consecuencia la creación y, en el culmen, el hombre como criatura preferida del
Universo. Llevamos sellada una herencia divina, semejantes a Él, con una
intuición para comunicarnos con Él y poder confiar en Sus planes
- Hijos del mundo: Llevamos también la herencia humana; nuestra
vida se encuentra localizada en una relación dentro del sistema social; somos
un animal de costumbres. Por otro lado cargamos con la inercia del pecado.
- Hermanos: Somos iguales y únicos ante los ojos de Dios, a todos
nos ama de forma inextinguible. Nos une de una forma muy especial el Bautismo,
un lazo tan fuerte o más que los de sangre. Pero, ¿qué significa hermano? ¿Para
mí es sinónimo de yo? ¿sinónimo de entrega incondicional y responsabilidad
amorosa? ¿”Yo y no el otro”, como tan bien ha indicado el Papa? Cuando fallamos
a esta descripción, también lo hacemos al plan de amor que Dios tiene para con
nosotros. Como trato a mi hermano así trato a Dios, porque "Cada vez que
lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo
hicisteis" (Mateo 25, 31-46); y como trato a mi hermano así también me
trato a mí mismo, como especie humana y como relación final ante Dios.
¡Empeñarse en hacer felices con quienes convivo!: en mi hogar, en el trabajo,
en los estudios... ellos forman parte de mí como Iglesia, ¡vosotros formáis
parte de mí y yo de vosotros como Iglesia! formamos parte de Dios siendo Él el
aliento de ésta. Ponerme en el lugar del otro, sintiendo con él, gustando de
sus sensaciones y compartiendo y ampliando las mías, para tener también los
sentimientos de Jesús, quien vive con nosotros, pidiendo a María que nos cuente
mucho sobre Él, ella que ha podido sentir tan de cerca sus alegrías, sufrimientos,
esperanzas...
- Madre de Dios: en la lectura del libro “El evangelio secreto de
la Virgen María” de Santiago Martín se recogen unas palabras llenas de ilusión
que María transmite a través de su discípulo e hijo Juan, donde, después de
contar cómo aprendió a educar a Dios durante tres hermosas décadas, se le
encomienda la tarea de ser la Madre de todos: “En cierta ocasión, mi hijo
afirmó que su madre y sus hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la
cumplen. Y en otro momento os dijo que donde hay dos o tres unidos en su
nombre, allí estará siempre él en medio de ellos. Creo que esto significa que,
de alguna manera, la maternidad que yo he poseído la podéis tener vosotros, si
queréis. Para eso es preciso que se cumpla la voluntad del Padre, es decir, que
se viva según sus mandamientos. Y es preciso también que se esté unido a los
demás hermanos, en su nombre, con el amor recíproco, como Él pidió. Fijaos qué
don tan grande se os pone al alcance de la mano: el de ser madre de Jesús,
madre del mismo Dios. Y basta con amar al que está a tu lado” (El evangelio
secreto de la Virgen María, pág. 260)
- Madre de la Iglesia: y si es posible ser madre de Dios como
María, don que supera con creces nuestro razonamiento, y a ella le ha sido
encargada la misión de ser la madre de la Iglesia desde su nacimiento, Dios
también quiere que compartamos esa maternidad en nuestras parcelas donde con
frecuencia debemos transmitir con nuestra vida que Dios nos está amando.
Cinco acuarelas para detenerse,
observar, seguir caminando, siempre adelante enfocando nuestro principal
objetivo, y entusiasmarse contemplando, anonadados, a Dios.