En
esta Navidad os invito a leer estas palabras del Papa Francisco en su homilía
de Navidad 2014… Disfrútalas
Esta noche santa, en la que contemplamos al Niño Jesús
apenas nacido y acostado en un pesebre, nos invita a reflexionar. ¿Cómo
acogemos la ternura de Dios? ¿Me dejo alcanzar por él, me dejo abrazar por él,
o le impido que se acerque? «Pero si yo busco al Señor» –podríamos responder–.
Sin embargo, lo más importante no es buscarlo, sino dejar que sea él quien me
busque, quien me encuentre y me acaricie con cariño. Ésta es la pregunta que el
Niño nos hace con su sola presencia: ¿permito a Dios que me quiera?
Y más aún: ¿tenemos el coraje de acoger con ternura las
situaciones difíciles y los problemas de quien está a nuestro lado, o bien
preferimos soluciones impersonales, quizás eficaces pero sin el calor del
Evangelio? ¡Cuánta necesidad de ternura tiene el mundo de hoy! Paciencia de
Dios, cercanía de Dios, ternura de Dios.
La respuesta del cristiano no puede ser más que aquella
que Dios da a nuestra pequeñez. La vida tiene que ser vivida con bondad, con
mansedumbre. Cuando nos damos cuenta de que Dios está enamorado de nuestra
pequeñez, que él mismo se hace pequeño para propiciar el encuentro con
nosotros, no podemos no abrirle nuestro corazón y suplicarle: «Señor, ayúdame a
ser como tú, dame la gracia de la ternura en las circunstancias más duras de la
vida, concédeme la gracia de la cercanía en las necesidades de los demás, de la
humildad en cualquier conflicto».
Queridos hermanos y hermanas, en esta noche santa
contemplemos el misterio: allí «el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz
grande» (Is 9,1). La vio la gente sencilla, dispuesta a acoger el don de Dios.
En cambio, no la vieron los arrogantes, los soberbios, los que establecen las
leyes según sus propios criterios personales, los que adoptan actitudes de
cerrazón. Miremos al misterio y recemos, pidiendo a la Virgen Madre: «María,
muéstranos a Jesús».