"Los padres de Jesús
solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua." Así comienza el evangelio de este día
dedicado a la Sagrada Familia. Según el Deuteronomio 16,16 "Tres veces al año se
presentarán todos los varones al Señor, tu Dios, en el lugar que él elija: Por
la fiesta de los Ácimos, por la fiesta de las Semanas, y por la fiesta de las
Tiendas. Y no se presentarán al Señor con las manos vacías." La Pascua se celebraba en la
primavera y era la más importante de las tres fiestas anuales.
"Cuando Jesús cumplió
doce años, subieron a la
fiesta según la costumbre." Un
joven judío llegaba a la mayoría de edad a los 12 años y comenzaban para él las
obligaciones de la Ley. Es muy posible que esta fuera su primera vez, y como
consecuencia, nos podemos imaginar la impresión que produciría en el joven, la
ciudad, el Templo y las ceremonias sagradas...
"Cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en
Jerusalén, sin que lo
supieran sus padres." No
creemos que hubiera habido descuido, ni por parte de José ni de María. Jesús se
aleja de ellos para cumplir un designio divino de madurez y de responsabilidad,
dejándonos a todos un claro ejemplo para nuestra vida. Tarde o temprano
nosotros también tendríamos que "despegarnos" de nuestros padres,
para seguir el camino trazado por la voluntad del Padre de los cielos.
"Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se
pusieron a buscarlo entre
los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su
busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros,
escuchándolos y haciéndoles preguntas...." Escribe Orígenes: "Sus padres,
que no lo sabían, lo buscan solícitamente y no lo encuentran. Lo buscan entre
los parientes, lo buscan en la caravana, lo buscan entre los conocidos: y no lo
encuentran entre ellos... A
Jesús no se le encuentra entre los parientes y consanguíneos; no se le
encuentra entre los que corporalmente le están unidos. Mi Jesús no puede ser hallado en
una nutrida caravana. Aprende dónde lo encuentran quienes lo buscaban, para que
buscándolo también tú puedas encontrarlo como José y María. Al ir en su busca —dice— lo
encontraron en el templo. En ningún otro lugar, sino en el templo; y no
simplemente en el templo, sino en medio de los maestros, escuchándolos y
haciéndoles preguntas. Busca,
pues, tú también a Jesús en el templo, búscalo en la Iglesia, búscalo junto a
los maestros que hay en el templo y no salen de él. Si de esta forma lo buscas,
lo encontrarás.
"Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de
las respuestas que daba." Sigue Orígenes escribiendo:
"Todos —dice— quedaban asombrados. ¿De qué se asombraban? No de sus
preguntas, con ser admirables, sino de sus respuestas. Formulaba preguntas a
los maestros y, como a veces eran incapaces de responderle, él mismo daba la
respuesta a las cuestiones planteadas. Moisés hablaba, y Dios le respondía con
el trueno. Aquella respuesta versaba sobre los asuntos que Moisés ignoraba y
acerca de los cuales el Señor le instruía. Unas
veces es Jesús quien pregunta, otras, es el que responde. Y, como más arriba hemos dicho, si
bien sus preguntas eran admirables, mucho más admirables sin embargo, eran sus
respuestas. Por tanto, para
que también nosotros podamos escucharlo y pueda él plantearnos problemas,
roguémosle y busquémosle en medio de fatigas y dolores, y entonces podremos
encontrar al que buscamos. No en vano está escrito: "Tu padre y yo te
buscábamos angustiados." Conviene
que quien busca a Jesús no lo busque negligente, disoluta o eventualmente, como
hacen muchos que, por eso, no consiguen encontrarlo. Digamos, por el contrario:
«¡Angustiados te buscamos!», y una vez dicho, él mismo responderá a nuestra
alma que lo busca afanosamente y en medio de la angustia, diciendo: ¿No sabíais
que yo debía estar en la casa de mi Padre?