Mt 10, 17 – 22
Al iniciar nuestra oración en estos
días de la Navidad podemos hacerla con las indicaciones que nos dice san
Ignacio cuando propone esta escena del evangelio en la experiencia del mes de
Ejercicios Espirituales:
1º Ver las personas, la Virgen, san
José y el Niño, metiéndome en la escena; y después reflectir en mí mismo para
sacar algún provecho.
2º Mirar, advertir y contemplar lo
que hablan; y reflitiendo en mí mismo.
3º Mirar y considerar lo que hacen,
así como es el caminar y trabajar, para que el Señor sea nacido en suma pobreza
y, al cabo de tantos trabajos de hambre, de sed, de calor y de frio, de
injurias y afrentas, para morir en cruz; y todo esto por mí.
¿Cómo debemos de mirar? Me viene a la
memoria el pasaje de Mc 12,38-44 donde nos narra que Jesús estaba en el templo
sentado frente a los cofres de las ofrendas mirando cómo la gente echaba dineros en ellos.
San Marcos no dice que Jesús pasaba por allí, o que estaba orando… Dice
explícitamente que Jesús está allí mirando cómo echaban dinero. Mirar lo que pasa
a nuestro alrededor es una buena manera de aprender sobre los secretos del
Reino que están ocultos para los sabios y entendidos, pero se revelan, de una
manera sorprendente entre la vida de la gente sencilla, es decir, los sencillos
de corazón.
Mirar esta escena de Jesús recién nacido entre María y José con
una mirada contemplativa sobre esta realidad para extraer la sabiduría
verdadera que no está en otra parte que en mirar este misterio insondable de Dios hecho
hombre por mí, para redimirme de mis pecados y ponerme bajo su bandera y así
conquistar todo el mundo con Él y como Él, no de otra forma por muy eficaz que
sea en un primer momento, lo más sencillo y lo más eficaz es como lo hizo Jesús
y hacerlo junto a Él, de esta manera nunca fracasaremos ni nos sentiremos
solos, cansados ni agobiados.
Al terminar la oración recitemos
conscientemente y con auténtica fe las palabras del Credo: “Por nosotros, los hombres, y
por nuestra salvación bajó del cielo y por obra del Espíritu Santo se encarnó
de María, la Virgen, y se hizo carne”.