26 diciembre 2015. San Esteban, protomártir – Puntos de oración

Mt 10, 17 – 22
Al iniciar nuestra oración en estos días de la Navidad podemos hacerla con las indicaciones que nos dice san Ignacio cuando propone esta escena del evangelio en la experiencia del mes de Ejercicios Espirituales:
1º Ver las personas, la Virgen, san José y el Niño, metiéndome en la escena; y después reflectir en mí mismo para sacar algún provecho.
2º Mirar, advertir y contemplar lo que hablan; y reflitiendo en mí mismo.
3º Mirar y considerar lo que hacen, así como es el caminar y trabajar, para que el Señor sea nacido en suma pobreza y, al cabo de tantos trabajos de hambre, de sed, de calor y de frio, de injurias y afrentas, para morir en cruz; y todo esto por mí.
¿Cómo debemos de mirar? Me viene a la memoria el pasaje de Mc 12,38-44 donde nos narra que Jesús estaba en el templo sentado frente a los cofres de las ofrendas mirando cómo la gente echaba dineros en ellos. San Marcos no dice que Jesús pasaba por allí, o que estaba orando… Dice explícitamente que Jesús está allí mirando cómo echaban dinero. Mirar lo que pasa a nuestro alrededor es una buena manera de aprender sobre los secretos del Reino que están ocultos para los sabios y entendidos, pero se revelan, de una manera sorprendente entre la vida de la gente sencilla, es decir, los sencillos de corazón.
Mirar esta escena de Jesús recién nacido entre María y José con una mirada contemplativa sobre esta realidad para extraer la sabiduría verdadera que no está en otra parte que en mirar este misterio insondable de Dios hecho hombre por mí, para redimirme de mis pecados y ponerme bajo su bandera y así conquistar todo el mundo con Él y como Él, no de otra forma por muy eficaz que sea en un primer momento, lo más sencillo y lo más eficaz es como lo hizo Jesús y hacerlo junto a Él, de esta manera nunca fracasaremos ni nos sentiremos solos, cansados ni agobiados.

Al terminar la oración recitemos conscientemente y con auténtica fe las palabras del Credo: “Por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo carne”.

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