“¿Eres Tú que ha de venir o esperamos a
otro?” (Lc 7, 20).
Jan Dobraczynski en su obra “Y el rayo
cayó por tercera vez” nos presenta la persona de Juan el Bautista que en los
últimos años de su vida se debate entre la grandiosidad de su misión y las
tentaciones del Maligno, que se esfuerza por hacerle dudar de la autenticidad
de su vocación.
Cabe pensar que la embajada de Juan a
Jesús fuera fruto de una auténtica duda del Precursor. Efectivamente, en su
predicación, Juan había delineado la figura del Mesías como la de un juez
severo. En este sentido había hablado “de la ira inminente”, del “hacha puesta
ya a la raíz del árbol” (cf. Lc 3,7 Lc 3,9), para cortar todas las plantas “que
no de buen fruto” (Lc 3,9).
Y Jesús no deja sin respuesta a Juan y a
sus mensajeros: “Id y comunicad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos
ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos
resucitan y los pobres son evangelizados” (Lc 7,22). Con esta respuesta Jesús
pretende confirmar su misión mesiánica y recurre en concreto a las palabras de
Isaías: “Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos
se abrirán; saltará el cojo como un ciervo y cantará la lengua del mudo” (Is
35,4-5). Y concluye: “Bienaventurado quien no se escandaliza de mí” (Lc 7,23).
Estas palabras finales resuenan como una
llamada dirigida directamente a Juan, su heroico precursor, que como hemos
indicado quizás tenía una idea distinta del Mesías. Es cierto que Jesús no
dudaría en tratar con firmeza e incluso con aspereza, cuando fuese necesario,
la obstinación y la rebelión contra la Palabra de Dios; pero Él iba a ser,
sobre todo, el anunciador de la “buena nueva a los pobres” y con sus obras y
prodigios revelaría la voluntad salvífica de Dios, Padre misericordioso.
Una llamada a vivir con mayor intensidad
este Año de la Misericordia recién inaugurado.
Acabemos meditando un texto idóneo de
san Juan Pablo II:
El tiempo de Adviento se nos da para que
podamos hacer nuestro una vez más el contenido de esa pregunta: ¿Eres tú el
Mesías?, ¿eres tú el Hijo de Dios? No se trata simplemente de imitar a los
discípulos de Juan el Bautista, o de proponer de nuevo el pasado; al contrario,
es preciso vivir intensamente los interrogantes y las esperanzas de nuestros
días.
La experiencia diaria y los
acontecimientos de cada época muestran que la humanidad y cada persona están en
continua espera de esa respuesta de Cristo, que avanza en la historia, viene a
nuestro encuentro como el cumplimiento esperado de los eventos humanos. Sólo en
él, colmado el horizonte caduco del tiempo y de las realidades terrenas, a
veces maravillosas y atrayentes, encontraremos la respuesta definitiva a la
pregunta sobre la venida del Mesías que hace vibrar el corazón humano.
[…]La cima del conocimiento de Dios se
alcanza en el amor: en el amor que ilumina y transforma con la verdad de Cristo
el corazón del hombre. El hombre necesita amor, necesita verdad, para no
dilapidar el frágil tesoro de la libertad.
(Homilía a universitarios romanos el 15
diciembre 1998)