Si hay algo a lo que el Señor nos quiere
impulsar a través de las lecturas que nuestra Madre la Iglesia nos propone para
hoy es a un proceso continuo de conversión personal.
Un proceso que sabemos que no depende de
nuestras fuerzas, que por nosotros mismos no podemos llevar a cabo, en el que
sabemos por experiencia que si nos fiamos de nuestras fuerzas caeremos.
Y ese es precisamente el error, la
confianza no la debemos poner en nuestra fragilidad y miseria, sino en Aquel
que nos acompaña por este trasiego de la vida. En el mismo que nos la ha
otorgado por puro Amor y que, por Amor, nos llevará con Él si confiamos en su
misericordia. Así lo refleja la lectura de Isaías: Si te desvías a la
derecha o a la izquierda, tus oídos oirán una palabra a la espalda: "Éste
es el camino, camina por él.”
Con la confianza de un niño en los
brazos de su padre, que le corrige afectuosamente cuando falla, pero que lo
hace para que su hijo sea feliz. Así nos trata Dios.
En esta oración escucha hoy la voz del
Señor que te dice “Este es el camino, camina por él” y da
gracias por lo que tienes, por tener un Padre así que te ama tanto que hizo
hombre a Su Hijo por nosotros y que le entregó a la muerte por nosotros. Y una
muerte de cruz.
Que en este Adviento que vivimos
comprendamos que Dios viene al mundo por cada uno de nosotros, porque le
necesitábamos, porque sin Él nuestra vida no tendría sentido.
Pero lo hizo, como todo, a su manera. A
veces pensamos que Dios se somete a los criterios de este mundo pero no es así.
Quiso nacer de una Virgen a la que dio la opción de decidir el destino de la
humanidad, de su “hágase” dependía nuestra salvación. Y quiso que fuera
Inmaculada, limpia de todo pecado.
Y eso celebraremos en breve mientras
tachamos los días en el calendario anhelando esta fiesta de la Inmaculada,
celebrando que dijo “sí” a la Voluntad de Dios.
El salmo nos habla también de la
necesidad que tiene el mundo de hoy de Cristo, que le necesita: “Él sana los
corazones destrozados, venda sus heridas”.
¡Cuántos corazones destrozados! ¡Cuántos
jóvenes con su vida rota! ¡Cuántas familias desmembradas! “Estáse ardiendo el
mundo” decía Santa Teresa, y hoy es más real que nunca. “Como ovejas
que no tienen pastor” nos dice hoy el Evangelio. Y la misión es
nuestra: de nuestro “Hágase” diario -que es un eco de aquel que dio ya Nuestra
Madre por nosotros- depende la salvación de los que están a nuestro alrededor.
Acabemos la oración con una petición a
la Virgen que nos lanza hoy el Evangelio: “rogad, pues, al Señor de la
mies que mande trabajadores a su mies”.
Porque a los que han dado ese sí a
Cristo, ese “Hágase”, “les dio autoridad para expulsar espíritus
inmundos y curar toda enfermedad y dolencia”.
Y sintamos que hoy el Señor nos dice a
cada uno, con nuestro nombre:
“Id y proclamad que el reino de los
cielos está cerca”.