23 de diciembre – San Juan de Kety – Puntos de oración

Vamos a preparar, junto a José y María, el corazón para la venida de su Hijo.
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Días atrás teníamos unas elecciones democráticas. Y recordamos que el nacimiento de Jesús fue dentro del proceso de un censo (parte del sistema político de entonces). En todo, el Señor, asume la condición de las cosas humanas.
Pero no nos adelantemos pues estamos en preparación aún. Vamos a desear y pedir, como nos dice Malaquías en la primera lectura, que el Señor convierta nuestros corazones. Y concreta;de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia los padres. Vamos a orar cómo podemos concretar esta conversión con los más próximos que vivimos. Tengamos por seguro que no estamos solos en el empeño pues “…mirad, yo os envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí.”
Es consolador meditar con el Salmo; el Señor se confía con sus fieles. Desde esta confianza le podemos mostrar la realidad de lo que somos “este mucho de barro y algo de luz”. Desde esa intimidad con El cobran sentido los anhelos que nos muestra el salmista en la primera estrofa; enséñame, instrúyeme, haz que camine…porque tú eres mi Dios y Salvador.
Por otra parte, ¡qué hermosa la expresión final; las sendas del Señor son misericordia y lealtad! .Por la oración diaria vamos convenciendo a nuestro corazón, a nuestra inteligencia y voluntad de que sí. Que Él es fiel en su misericordia y por tanto que yo no le puedo fallar en mi confianza.
En el evangelio se nos muestra esa misericordia y lealtad hecha carne en el nacimiento de Juan Bautista. Y también en esa “misericordia correctiva” hacia Zacarías. ¡Vaya si la medicina del silencio impuesto hizo su efecto! Nada más que “le soltaron la boca y la lengua” “empezó a hablar bendiciendo a Dios”. ¡Qué diferencia de cuando le anunció el Ángel el nacimiento y el dudó!

Meditando estas cosas observamos no muy lejos a una pareja de jóvenes esposos que caminan con su gente para ser censados. Se dirigen a Belén. Ella está para dar a luz, su marido conduce el borriquillo. Por su atuendo, son gente muy humilde. En apariencia van tranquilos pero José, que así se llama el esposo, tiene un agobio que a ratos le hace sudar. Se dice ¿y dónde voy a alojar a María para el momento del alumbramiento?, ¿a quién le pido ayuda? Pero gira la cabeza hacia su esposa y se ve como “descubierto” en sus pensamientos. Ella le dice, “tranquilo José, cariño, vamos a confiar. El proveerá, El sabrá”.

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