Empezamos nuestro rato exclusivo con el
Señor invocando al Espíritu Santo. Recordamos que siempre en nuestro rato
diario de oración estamos acompañados por la presencia maternal de María. A san
José, siguiendo un consejo del padre Morales, le pedimos por nuestra
perseverancia.
Las lecturas de hoy nos hablan de dos
tipos de administradores, el que “sirve” y el que “se sirve”.
En la carta a los Romanos Pablo muestra
su celo por evangelizar, por cumplir con pasión la tarea encomendada: “Me da
pie el don recibido de Dios, que me hace ministro de Cristo Jesús… mi acción
sacra consiste en anunciar la buena noticia de Dios.”. Pablo se declara
“Ministro de Cristo” en el sentido de ministrar como equivalente a servir.
Servir al jefe, en este caso al Señor.
Y servir no de cualquier manera sino con
pasión, entregado totalmente al servicio, no quedándose nunca quieto. Haciendo
cuatro largos viajes predicando el evangelio, en todo el mundo conocido, para
acabar en Roma, traicionado por algunos de los suyos.
“¡Qué hermosos los pies de los que
anuncian la Buena Noticia del bien!”. Podemos
aprovechar para dar gracias a Dios por aquellas personas de las que se ha
servido para trasmitirnos la fe: empezando por nuestros padres, nuestros
abuelos, nuestros maestros, hermanos, sacerdotes o seglares y cómo no dar
gracias por nuestro padre Morales y Abelardo. Estas personas que han servido
desinteresadamente al Señor.
En contraste, el evangelio de san Lucas
(16 1-8) nos habla de un administrador deshonesto. Jesús nos cuenta una
parábola, una narración no real pero sacada del día a día, con datos que la
hacen posible y verosímil. Habla del aceite y del trigo, dos productos
que los judíos usaban con frecuencia en sus préstamos, al estar
excepcionados del pecado de usura. Se entendía que estaban al alcance de todos.
Jesús habla en un lenguaje que todos entienden, se adapta a la cultura del
oyente.
La parábola habla de un hombre que en
lugar de servir a los demás, se sirve de ellos. De un hombre que se mueve con
astucia, para quedarse en su puesto. ¡Cuántas veces hemos visto esto en el
mundo del trabajo!, en el mundo de la política… y también en el mundo de la
Iglesia.
Aquel administrador había alcanzado un
estatus, una zona de confort y ahora se mueve para mantenerlo como sea, honesta
o deshonestamente.
Hoy celebramos a un gran administrador
de la Iglesia del Señor: san León Magno, Papa y Doctor de la Iglesia. Un
servidor fiel que supo ser humilde, creando colegialidad, entendió que la
autoridad es servicio, predicó el evangelio en un lenguaje inteligible. Su
hecho de vida más conocido es su entrevista en Mantua con Atila, rey de los
hunos, donde le convence para que no entre y saquee Roma. Entendió que su
deber, era salir de su comodidad y proteger a su prole. Pidamos su intercesión.
Acabemos nuestra oración con un coloquio
con el Maestro, recordando que no nos predicamos a nosotros mismos, no somos
divos que nos diría Abelardo, predicamos a Cristo y a este en la integridad de
su vida, reflejada en el evangelio.