En plena Campaña de la Inmaculada, nos
podemos acoger a las ideas que están en el folleto que se acaba de
publicar que al comenzar, nos lo resume con palabras del Padre Morales: “arder
en amor a la Virgen y hacer arder a los demás”. A esto apuntan los objetivos, a
esto debe apuntar nuestra oración de estos días. Siempre ella en el fondo de la
oración invocándola al comienzo, que nos guíe y encienda y nos haga arder en su
amor.
Acabamos de celebrar ayer, domingo, la
fiesta de Cristo Rey del Universo. En ella el evangelio es del Juicio Final
(Mt, 31-36) “Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos sus ángeles
con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las
naciones. El separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las
cabras. Y pondrá a las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha: Venid benditos de mi Padre, heredad
el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre
y me disteis de comer,…”
Hemos entrado en una semana del fin de
los tiempos, como el año que acaba, la figura de Cristo Rey celebrando el
Juicio Universal que hemos visto tantas veces representado en los pórticos de
nuestras iglesias y catedrales, pinturas y esculturas que nos han llamado la
atención, también hoy en la oración nos llevan a meditar en el final: muerte,
juicio, infierno y gloria. Verdades eternas que a veces nos pasan
desapercibidas pero que debemos tener presentes pues la muerte es cierta,
aunque no sabemos el momento; el juicio, seremos juzgados por el mejor de los
amigos, para los que la han buscado pero los que han preferido las tinieblas a
la luz, gozarán de ellas y no verán a Dios. El pecado es el que nos aparta de
Dios por eso tenemos que espolearnos para no pecar y llevar las almas a la
gracia mediante el sacramento de la penitencia. Por eso nada mejor que esta
Campaña de la Inmaculada para muchos se conviertan tengan vida y la tengan en
abundancia.
Continuemos contemplando mañana a
Cristo Rey en la cruz, nos tiene que decir tantas cosas. Vayamos recorriendo su
cuerpo de arriba abajo. La inscripción INRI, la corona de espinas, la sangre
que sale y empieza a correr. El rostro, la mirada, las manchas de sangre, las
llagas de las manos, la del costado abierto de donde sale sangre y agua.
“Sangre del costado de Cristo, embriágame” como decimos en la oración de acción
de gracias de la comunión…
Y así impera, es rey de reyes y señor de
señores, a Él la gloria, el honor y el imperio que le da el Padre para que
corramos a esta fuente de salvación todos los hombres. Mirada de amor que
salva, que purifica, cura como la del estandarte del desierto que levantó
Moisés.
“Es Rey que hace reyes a Sus seguidores,
galardonándolos con el cielo” (S. Buenaventura) Cristo Majestad, cristo
románico o Cristo paciente gótico, Cristo de siempre invitando: “Mi
voluntad es conquistar todo el mundo y todos los enemigos…” “¡Cristo, reina,
Cristo, vence, Cristo resucita, Cristo Impera!
Al lado de la Virgen que nos introduce
en el Reino de su Hijo, bajo capitán tan colosal al que se someten todos
los imperios, vencedor de la muerte, no nos faltará las fuerzas para seguirle y
gritar hasta la muerte como tantos mártires: ¡Viva Cristo Rey! ¡Venga a
nosotros tu Reino! Y así entrar un día en la Gloria. Amén.