27 noviembre 2017. Lunes de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

En plena Campaña de la Inmaculada, nos podemos acoger a las ideas que están en el folleto que  se acaba de publicar que al comenzar, nos lo resume con palabras del Padre Morales: “arder en amor a la Virgen y hacer arder a los demás”. A esto apuntan los objetivos, a esto debe apuntar nuestra oración de estos días. Siempre ella en el fondo de la oración invocándola al comienzo, que nos guíe y encienda y nos haga arder en su amor.
Acabamos de celebrar ayer, domingo, la fiesta de Cristo Rey del Universo. En ella el evangelio es del Juicio Final (Mt, 31-36) “Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos sus ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. El separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá a las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: Venid benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer,…”
Hemos entrado en una semana del fin de los tiempos, como el año que acaba, la figura de Cristo Rey celebrando el Juicio Universal que hemos visto tantas veces representado en los pórticos de nuestras iglesias y catedrales, pinturas y esculturas que nos han llamado la atención, también hoy en la oración nos llevan a meditar en el final: muerte, juicio, infierno y gloria. Verdades eternas que a veces nos pasan desapercibidas pero que debemos tener presentes pues la muerte es cierta, aunque no sabemos el momento; el juicio, seremos juzgados por el mejor de los amigos, para los que la han buscado pero los que han preferido las tinieblas a la luz, gozarán de ellas y no verán a Dios. El pecado es el que nos aparta de Dios por eso tenemos que espolearnos para no pecar y llevar las almas a la gracia mediante el sacramento de la penitencia. Por eso nada mejor que esta Campaña de la Inmaculada para muchos se conviertan tengan vida y la tengan en abundancia.
Continuemos contemplando mañana  a Cristo Rey en la cruz, nos tiene que decir tantas cosas. Vayamos recorriendo su cuerpo de arriba abajo. La inscripción INRI, la corona de espinas, la sangre que sale y empieza a correr. El rostro, la mirada, las manchas de sangre, las llagas de las manos, la del costado abierto de donde sale sangre y agua. “Sangre del costado de Cristo, embriágame” como decimos en la oración de acción de gracias de la comunión…
Y así impera, es rey de reyes y señor de señores, a Él la gloria, el honor y el imperio que le da el Padre para que corramos a esta fuente de salvación todos los hombres. Mirada de amor que salva, que purifica, cura como la del estandarte del desierto que levantó Moisés.
“Es Rey que hace reyes a Sus seguidores, galardonándolos con el cielo” (S. Buenaventura) Cristo Majestad, cristo románico o Cristo  paciente gótico, Cristo de siempre invitando: “Mi voluntad es conquistar todo el mundo y todos los enemigos…” “¡Cristo, reina, Cristo, vence, Cristo resucita,  Cristo Impera!

Al lado de la Virgen que nos introduce en el  Reino de su Hijo, bajo capitán tan colosal al que se someten todos los imperios, vencedor de la muerte, no nos faltará las fuerzas para seguirle y gritar hasta la muerte como tantos mártires: ¡Viva Cristo Rey! ¡Venga a nosotros tu Reino! Y así entrar un día en la Gloria. Amén.

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