24 noviembre 2017. Viernes de la XXXIII semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

1. Judas, de acuerdo con sus hermanos y con toda la asamblea de Israel, determinó que cada año, se celebrara con júbilo y regocijo el aniversario de la dedicación del altar (1 Mac 4)
Judas Macabeo, con su familia y con todo el pueblo, son agradecidos por la victoria otorgada por Dios. La gratitud se expresa en la gozosa celebración. Su ejemplo nos debe estimular a vivir a tope nuestra liturgia. Nuestro Papa Francisco, tan práctico, acaba de reñir como padre para que no se saquen fotos, la liturgia es memoria de nuestro pasado para alcanzar amor, es adelanto del Cielo, es lo real y definitivo, es el encuentro del Esposo con la Esposa, y no hay más. Por eso el P. Pío no veía el momento de terminar. Que nuestras misas sean como la Primera o como la Última, la ÚNICA. Que la oración de este día sea para agradecer, caldeando el corazón para el momento de la Misa.
2. Después David bendijo al Señor en presencia de toda la asamblea, diciendo: Tuyo, Señor, es el reino; tuyo el poder y la gloria (1 Cron 29)
¡Qué actitud tan formidable la de bendecir! Lo hizo el Pueblo de Israel, lo han hecho generaciones de nuestra historia de la Iglesia. En América la gente se muere por una bendición. El Papa Juan Pablo II llegó a hablar de una teología de la bendición. Nuestro Papa Francisco, en su primer mensaje, nos convocó para  rezar, para caminar, para bendecir:
Y ahora, comenzamos este camino: obispo y pueblo…Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad...Y ahora quisiera dar la bendición,… pero antes, antes, os pido un favor: antes que el obispo bendiga al pueblo, os pido que ustedes recen para el que Señor me bendiga.
Sí, estamos bendecidos y vivimos como David para bendecir.
Nuestra Misa incorpora al tesoro de su celebración estas oraciones tan bellas como la del Prefacio para la fiesta de la dedicación de una Iglesia que hoy te invito a saborear despacio:
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque te has dignado habitar en toda casa consagrada a la oración, para hacer de nosotros, con la ayuda constante de tu gracia, templos del Espíritu Santo (1Co 3,16), resplandecientes por la santidad de vida. Con tu acción constante, Señor, santificas a la Iglesia, esposa de Cristo, simbolizada en edificios visibles, para que así, como madre gozosa por la multitud de sus hijos, pueda ser presentada en la gloria de tu Reino. Por eso con los ángeles y todos los santos cantamos sin cesar el himno de tu gloria:¡Santo! ¡Santo! ¡Santo!
3. Jesús entró en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: «Escrito está: "Mi casa será casa de oración"; pero vosotros la habéis hecho una "cueva de bandidos"». (Lc 19, 45) 
Está claro. Nuestro templo no es una sala de estar, ni una sala de reuniones, es la CASA DE ORACIÓN. Todo lo demás no tiene sentido… Pero, si, en la casa de Dios, quieres orar, de tu propio corazón haz un altar; conviértete en un templo ambulante.

¡Madre, Inmaculada, templo del Espíritu Santo, que quien nos mire se quede con ganas de ir a la Casa de Dios, la casa de oración!

Archivo del blog