“Si el Señor no me hubiera auxiliado, ya
estaría yo habitando en el silencio. Cuando me parece que voy a tropezar, tu
misericordia, Señor, me sostiene…”
Este texto extraído del salmo 93 que nos
propone hoy la Iglesia, nos dispone el corazón para la oración y nos introduce
a una de las claves que nos quiere transmitir la escritura: La confianza
cimentada en la esperanza. Ya nos dice el apóstol en la primera lectura: “¿Habrá
Dios desechado a su pueblo? De ningún modo” … y más adelante… “¿Han
caído para no levantarse? Por supuesto que no”. El pueblo de Israel es
figura del cristiano de a pie que cae y se levanta, que se esfuerza y lucha por
su coherencia, a quien, a pesar del endurecimiento de su corazón, Él
Señor ama y espera. En otra parte de la escritura, el profeta Isaías nos
dice: “¿Acaso se olvida una madre de su hijo? Pues, aunque ella se
olvidase yo no te olvidaré jamás”. ¿No tenemos motivos suficientes para
confiar?... San Pablo nos dice que la obstinación del pueblo judío significó la
riqueza de la fe para los gentiles. El Señor es experto en sacar
siempre bienes de males, tomar conciencia de esta realidad nos liberaría de
muchas ataduras, porque en el fondo es creer de verdad que “los dones y
la llamada de Dios son irrevocables”.
“Porque todo el que se enaltece será
humillado, y el que se humilla será enaltecido”
La otra clave de las lecturas de hoy
es la humildad. Hoy es primer sábado de mes, y recordamos de manera
especial a aquella persona que puso en práctica esta virtud de manera
excelente, nuestra Madre María. Jamás buscó el primer puesto, por el
contrario, dijo de sí misma ser la “esclava” del Señor, con
las connotaciones que tenía este término en aquella época. Es decir, que
no sólo prefirió estar en el último puesto, sino el no tener puesto alguno.
Y esto, siendo la Madre de Dios. Esto se ve reflejado en el momento más crucial
de su vida, el nacimiento de su Hijo, donde no encontró posada, configurándose
enteramente con Él que tenía que venir. Pidámosla imitar su ejemplo.
Pidamos también la intercesión de San Carlos Borromeo, gran santo
italiano cuya fiesta celebramos hoy, amigo de San Felipe Neri y de San Ignacio
de Loyola, con quienes es considerado una de las grandes figuras de la
contrarreforma del siglo XVI.