Purifico mi oración antes de comenzar,
le pido a Dios que haga Él lo que deseo pero soy incapaz de conseguir por mí
mismo: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean
puramente ordenadas en servicio y alabanza de vuestra divina majestad”.
Que no me preocupe dedicar una parte
extensa de mi oración en este primero momento, en pedir al Espíritu Santo que
sea Él quien haga en mí la oración, pues no puede ser algo a mi medida,
trabajado desde mis fuerzas. Es necesario abrirse a la novedad de Dios sin
reservas.
Dos luces recibidas de las lecturas de
hoy:
1. A propósito de la primera lectura: sería interesante leerla despacio,
mirando al sagrario, y reflectir para intentar sacar provecho:
o los dones de Dios son irrevocables: ¿en qué
dones te has regalado Dios mío, en mi vida? Detenerse en ellos. Dejar que brote
la gratitud…
o ¿A qué desobediencias y misericordias, propias y ajenas, me remite esta
lectura? Hablar con Dios de ello, pedir gracia para vivir aquello que brote,
desde la convicción de haber sido elegido.
2. A propósito del Evangelio: no invites a tus amigos, sino a pobres y
lisiados.
o Dios ama la pobreza, le pirra. A nosotros nos escandaliza. En especial la
nuestra: ¡Dios ama aquello que nos escandaliza de nosotros mismos!
o Pedir ser invitados a Su Mesa, pedir no quedarnos fuera avergonzados por
nuestra miseria…
Ha comienza la campaña de la
Inmaculada (externa e interna). El sábado en el círculo de los
militantes en Madrid, nos preguntábamos si María podría haber dicho que no a
Dios, cuando el Arcángel se le apareció. Claro que lo podría haber hecho. Pero,
de hecho, dijo hágase. Cuando un alma está llena de Dios (ha dejado
llenar su desobediencia con la Misericordia de Dios), y ha experimentado que
los dones de Dios son irrevocables, siente que su vida se ha convertid en
misión. Y no por obligación, sino por pura y gozosa coherencia con lo que uno
ha comenzado a ser: ¡el hijo muy amado, el predilecto, en quien Dios se
complace! ¿Habrían comprendido los mártires españoles del s. XX,
algo de esto?
Ya lo decía Benedicto XVI, al
concluir los ejercicios espirituales para la curia romana, el 23 de febrero de
2013, antes del final de su pontificado.
Creer no es otra cosa que,
en la noche del mundo,
tocar la mano de Dios y así, en el silencio,
escuchar la Palabra, ver el Amor.
en la noche del mundo,
tocar la mano de Dios y así, en el silencio,
escuchar la Palabra, ver el Amor.
María, pudiendo decir no, de
hecho dijo hágase. Yo también puedo decir no. Pero
de hecho, también puedo decir hágase... ¡Madre, ayúdame!
No terminar la oración sin hacer
el examen.