Si abrimos el evangelio de S. Lucas por
el capítulo 14, nos daremos cuenta de que Jesús
predica y enseña al calor de la vida ordinaria, de las ocupaciones comunes,
como pueden ser una comida, o un almuerzo...
Comenzaba ese capítulo 14 entrando Jesús
en la casa de uno de los principales fariseos para comer, y había allí, delante de él, un hombre enfermo de hidropesía... Jesús
tocando al enfermo lo cura y lo despide..., después de dar una enseñanza sobre
el sábado...
No conforme con esta enseñanza sobre el
sábado, va a darnos Jesús una lección magistral sobre la humildad, al ver como buscaban los comensales los primeros puestos en la
mesa...
Pareciera que con lo expuesto sería
suficiente, pero el Señor sigue profundizando,
y así llegamos al evangelio de este día..., en que constatamos la
dejadez y la desidia de los principales invitados al banquete...
¡Quien invita es nada menos
que Dios...!
¡El banquete, bien podía ser la
venida de su Reino...!
¡Los primeros comensales, los
judíos...!
¡Los pobres, los lisiados, los ciegos
y los cojos.., podían representar a los publicanos y los pecadores...
¡Y los de los caminos y senderos los
gentiles...!
Hoy puede ser un buen día para
preguntarnos, sobre cuál es nuestra posición,
ante la invitación que Dios nos hace constantemente para participar en el
banquete del Reino de los Cielos...
Sería muy triste que no respondiéramos adecuadamente, cuando de la
respuesta depende nuestra felicidad en el tiempo y para la eternidad...
¿Me ocupa la vida en demasía la
profesión, el mundo laboral…?
¿Son las cosas materiales las que me obsesionan...?
Aún lo más santo que tenemos que es la
familia.., ¿me impide darle a Dios lo que a
solo Dios pertenece...?
Creo que todos podemos mejorar un poco
en estas realidades cotidianas, y que
por ser tales, a veces toman el mando de nuestra vida... Pensemos y
oremos, que no hemos nacido solamente para trabajar.., que no hemos nacido para
tener o acumular cosas.., aunque tengamos necesidades varias... Sino que hemos
nacido para ser felices con Dios, en Dios y desde Dios, y que este es el gran
banquete de la vida y el premio de la eternidad...
¿Cómo salvarnos de la condena final hoy
tan claramente formulada...? "¡Y
os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete...!" Creo
que la forma es siendo sencillos como publicanos y pecadores, y dando gracias a
Dios, por no haber sido excluidos de la mesa del banquete por provenir del
mundo gentil y no judío...