11 noviembre 2017. Sábado de la XXXI semana del T. O. – San Martín de Tours – Puntos de oración

Nuestra oración en este sábado comienza mirando a la Virgen, pidiéndole que nos acoja en su Corazón de Madre y que nos enseñe a orar en ese oratorio que es su Corazón Inmaculado. Ella es el camino más corto para llegar a Jesús, como explica certeramente san Luis María Grignon de Monfort: “María se halla totalmente orientada hacia Dios y cuanto más nos acercamos a Ella tanto más íntimamente nos une a Él. María es el eco portentoso de Dios. Que cuando alguien grita ‘¡María!’, responde ‘¡Dios!’; y, cuando -con santa Isabel- la proclamamos dichosa, responde glorificando a Dios (Lc 1,45-47)”.
Empezamos nuestro diálogo con la Palabra de Dios: Dios nos habla en su Palabra y nosotros escuchamos, la meditamos y guardamos en el corazón en este día para que fecunde nuestros sentimientos, palabras y obras. Así imitamos a la Virgen, dichosa porque escuchó la Palabra y la puso en práctica, no sin antes meditarla en su purísimo Corazón.
El evangelio nos invita a un discernimiento: “Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero”. Como bautizado, he renunciado a los ídolos y al diablo para servir al Dios vivo y verdadero, pero haré bien en preguntarme si mi vida es coherente con esa profesión de fe hecha en el bautismo y cada domingo en la Eucaristía. ¿Es Dios el centro de mi vida? ¿No llenan mi corazón tantas veces las preocupaciones materiales, el deseo de quedar bien y recibir la aprobación de los hombres? ¿De verdad no soy un poco “amigo del dinero”, como dice Jesús de los fariseos? La oración de hoy puede ser una ocasión muy buena para renovar mi adhesión a Dios, confesarle como mi único Señor, mi única riqueza, mi verdadero descanso y seguridad en esta vida y mi premio y esperanza en la vida futura. La Palabra de Dios me invita a usar el dinero para ayudar a quien lo necesita y así desprenderme de su idolatría: “Ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas”.
La primera lectura es la conclusión de la carta de san Pablo a los Romanos. En el gran Apóstol vemos un modelo de pobreza y desprendimiento para anunciar a Cristo, de quien dirá Pablo que “siendo rico, se hizo pobre, para enriqueceros con su pobreza”. San Pablo también se hizo pobre siguiendo el ejemplo de Cristo, pasó por la cárcel y la persecución, y nos ha enriquecido con su conocimiento del misterio de Cristo expresado en sus Cartas. A su lado vemos, como reflejan los saludos finales, muchos colaboradores en su misión apostólica. ¿Soy yo uno de estos “colaboradores en la obra de Cristo” en este momento en que la Iglesia nos urge a la misión? Le pido a la Virgen que me haga uno de estos colaboradores de Cristo, pues es Él el que actúa y nosotros sus manos, sus labios, sus pies, sus instrumentos.

No nos olvidamos del santo que hoy celebramos, san Martín de Tours, tan popular y conocido pues ha dado nombre a tantos pueblos en Francia, España e Italia. En él vemos un modelo de lo que nos dice hoy la Palabra de Dios. Nació en Panonia, Hungría, el 316, de padres paganos. Estudia en Pavía, donde conoce el Cristianismo. Su padre, que era tribuno militar, para desviarle del cristianismo, le obliga a ingresar en el ejército. Siendo militar sucedió el hecho tan conocido de su vida, que hasta el Quijote le explica a Sancho al ver una imagen del santo: en un invierno, al entrar en Amiens, encuentra un mendigo casi helado, sin ropa. Divide su capa en dos partes y entrega una al pobre. Cristo se le aparece vestido con la media capa: "Martín, catecúmeno, me ha cubierto con este vestido". Recibe el bautismo y llegará a ser obispo y monje, multiplicando sus obras de caridad y su ardor misionero. Que él nos enseñe a servir solo a Dios, partiendo nuestra “capa” con los necesitados.

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