Situarnos en la presencia del Señor, pedir la gracia de la oración, y,
acallar ruidos, internos y externos, es un modo fenomenal de prepararnos al
encuentro de quien sabemos que nos ama.
Grande es el amor que S. Pablo nos dice que muestra por los de su raza,
pues aceptaría, incluso, llegar a ser un proscrito lejos de Cristo. Y esto se
debe al dolor que le produce su cerrazón. Ciertamente es mucho lo que Dios
había regalado al pueblo de Israel. ¡Mucho le fue regalado a este pueblo
escogido!; “fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la
alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes
según la carne, nació el Mesías”.
Profundicemos en los dones que hasta ahora hemos recibido de Dios. Esto nos
evitará el enfermar de dureza de corazón o nos curará de las dolencias de la
arrogancia, insolencia, desprecio del otro, del orgullo, en definitiva. En el
Salmo, abundan expresiones de agradecimiento como; “glorifica al Señor; alaba a
tu Dios, ha puesto paz, te sacia, envía su mensaje, anuncia su palabra…”.
Si realizamos un contraste de lo que recibimos, a nivel humano y
espiritual, respecto de personas que tenemos, no sólo en nuestro entorno sino
en países lejanos, es para no dejar de alabar y glorificar al Señor. Por eso S.
Pablo se extrañaba de que el pueblo fariseo estuviese tan cerrado, después de haber
recibido tanto de Dios.
La palabra, que se nos proclama en el evangelio de este día, es un ejemplo
de esa dureza que comentaba. Aunque, a pesar de los fariseos, Jesús, curará al
enfermo de hidropesía. La idea que nos ofrece el Señor es que, el amor al otro,
debe estar por encima de una norma. Y la refuerza con el ejemplo del burro que
se cae al pozo en sábado, “¿no lo sacaríais enseguida?”. Es lógico que se
quedaran sin respuesta.
Hoy, la Iglesia, nos ofrece un ejemplo de amor, humildad y obediencia
extraordinarios en San Martín de Porres. El P. Fernando Aragonés testificará:
"Se ejercitaba en la caridad día y noche, curando enfermos, dando limosna
a españoles, indios y negros, a todos quería, amaba y curaba con singular amor".
La portería del convento era un reguero de soldados humildes, indios, mulatos,
y negros; él solía repetir: "No hay gusto mayor que dar a los
pobres". Aquí vemos que, otro fruto del corazón agradecido, es la apertura
sincera y constante a los que nos rodean, hacer el bien. Es una ocasión
providencial para encomendarle el fruto de la próxima visita del Papa a tierras
peruanas.
Ya tenemos, a poco más de un mes, la gran fiesta de la Inmaculada. No
podemos vivir sin Ella, pues buscamos un ejemplo limpio, amable, grande.
Algunas virtudes que nos enseña son;
AGRADECIMIENTO; Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi
espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.
HUMILDAD; El hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de
corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.
UNIR TRADICIÓN Y NOVEDAD; Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su
santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y
su descendencia por siempre.