Preparamos
nuestro corazón para el encuentro con Jesús, invocando al Espíritu Santo,
repitiendo pausadamente las invocaciones: “Ven Espíritu Santo”, “ven dulce
huésped del alma”.
Pedimos ayuda
a la Madre: “Madre, tus ojos para mirarle, tus oídos para escucharle, tu
corazón para amarle”. No nos olvidamos de san José, nuestro maestro
de oración. Le invocamos: “San José enséñanos a orar, cuida de nuestra
perseverancia”.
Previamente,
nuestro último pensamiento al acostarnos debe ser para preparar este momento de
encuentro con Dios. ¿Qué voy a hacer al levantarme? ¿Con quién me voy a
encontrar? Hacer composición de lugar de la escena que voy a contemplar, “metiéndome
en ella como si presente me hallase”. Si me despierto por la
noche, recordar brevemente lo que voy a tratar en la oración.
En la primera
lectura, con la muerte de Ozías, aparece la visión y el encargo a Isaías.
Isaías, es un profeta, pero no solo un profeta. Será una “corriente profética”
que durará varios siglos. En este pasaje, describe una visión que se supone
ocurrida en el templo. En ella descubre toda la grandeza de Dios, que le invita
a convertirse en su portavoz. El pueblo de Dios se encuentra dividido,
débil, Israel en el norte y Judá en el sur. Isaías señalará el camino que lleva
a la salvación.
Isaías, como
Pedro en el evangelio, sentiría en su interior esa batalla para dar un paso
adelante hacia la incertidumbre que se intuye, o retroceder y buscar el abrigo
de lo conocido y obvio. Es la consecuencia de la relación con Dios, predicar su
camino o huir de la elección, como hizo Jonás.
El salmo es un
canto de acción de gracias, que concluye en súplica confiada. Se ve que el
salmista ha experimentado en su propia vida esa cualidad de Dios, que es la
misericordia. “Cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi
alma”.
“Porque yo os
transmití, en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por
nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al
tercer día”. Pablo sintetiza el contenido esencial del evangelio,
en estas frases: el misterio Pascual. El misterio Pascual nos sugiere el
pensamiento, mejor la certeza de saber que el amor de Dios es más fuerte que
nuestro pecado. Pablo, como Isaías, como Pedro, como tantos otros, dio el paso
delante de transmitir el mensaje de Dios, rechazando el abrigo de la comodidad.
Sintió la voz del Señor: “No temas; desde ahora serás pescador de
hombres”.
Pidamos a
María la gracia de decir hoy, en la oración, al Señor: “Por tu
palabra, echaré las redes”.
Hagamos balance de nuestro rato de oración y agradezcamos al Señor el
pedirnos que seamos “pescador de hombres”, colaborando así a
la extensión de su Reino.