El Evangelio de hoy nos habla sobre
nuestra fe en Cristo, las posibles actitudes ante esta falta de fe y cómo poder
recobrarla.
En este texto se pueden destacar varias
ideas:
- Los discípulos, aquellos que conocen a Jesús y que han expulsado demonios
antes, no han sido capaces de expulsar el demonio del niño.
Nosotros los cristianos, que hemos
experimentado la vivencia de Cristo en nosotros, podemos dejar de ser testigos
de Jesús para ser únicamente nuestros propios testigos. Deja que sea Jesús
quien llegue a los corazones de aquellos que te rodean, no busques solo tus
buenas acciones.
- La falta de fe de los discípulos hace que la gente empiece a dudar también
de su Maestro. “Si algo puedes ten compasión de nosotros y ayúdanos”.
Nuestra falta de fe puede afectar la fe
en los demás. “La fe es un regalo de Dios a quienes lo aman” (1ª
lectura) Ama y confía en Jesús, y esa confianza y amor llegará también a
quienes te rodean.
- El pasaje del Evangelio de hoy nos presenta dos posturas ante nuestra falta
de fe:
o Una actitud de confianza única en nosotros mismos. “¿Por qué no pudimos
echarlo nosotros?”
o Una actitud humilde, que reconoce la falta de fe y pide ayuda a
Jesús. “Creo, pero ayuda mi falta de fe”
Jesús quiere hacer obras grandes en
nosotros, pero solo es posible desde la fe. La fe en Jesús nos lleva a actuar
en su nombre, no en el nuestro; nos lleva a reconocer que estamos necesitados
de Jesús y que, aun siendo nuestra fe pequeña, Él puede obrar el milagro en
nosotros.
- Jesús no solo les está contando como se puede expulsar a una especie de
demonio, sino el remedio para su falta de fe: La oración.
Jesús nos muestra el camino de la fe: la oración. La oración por si sola
es un acto de fe, que nos conduce a amar más a Jesús y a nuestro prójimo. La
oración es el cimiento de la comunión de los santos, desde la que es posible la
intercesión de unos por los otros. Pide por aquellos que Dios ha puesto y pone
en tu vida, serás testigo del poder de la oración en tu vida.