La mejor preparación de los puntos de
este día sería la lectura tranquila y meditada de las lecturas y del salmo. La
palabra de Dios nos llega, actúa en nosotros y da frutos por sí misma. Hay que
dejarla actuar, hay que dejar actuar al Espíritu. Si en el mundo de la materia,
actuará una gran fuerza y energía, imaginaros lo que podría desencadenar. Pero
y si dejáramos al Espíritu actuar en nuestro espíritu, en nosotros, imaginaos
lo que supondría.
¿Cómo es nuestra confianza, en qué y en
quién la ponemos? Esa es la gran pregunta de las lecturas. Si tuviéramos fe
como un granito de mostaza. Si creyéramos en el Señor, no dejaríamos de dar
fruto, seríamos dichosos. Y es que tenemos que creer que Cristo ha resucitado,
como nos dice San Pablo en la segunda lectura, para que todo en nuestra vida
cambie y tome sentido.
Está claro que cuando dejamos de lado al
Señor y nos convertimos en señores de nuestras vidas, cuando nos miramos a
nosotros únicamente, entendemos muy bien todas las lecturas. Así que yo más
bien para la oración daría el consejo de ir repasando mi vida cuando le dejo
actuar. Qué paz y serenidad obtengo en ese momento. Me doy cuenta, mi vida es
como árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; que
cuando llega el estío no lo siente o al menos se le hace llevadero, que sus
hojas estarán verdes; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto. ¡Qué
dichoso el que vive junto al Señor! ¡Qué privilegio el poder hacer oración
junto al Señor todos los días!
Por eso que estemos como estemos, que lo
estemos pasando mal o bien, que nos veamos ricos o pobres, alabados o
perseguidos…ser conscientes que el Señor está con nosotros.
En el evangelio leemos el pasaje de las bienaventuranzas. El Señor está
fuertemente encarnado con los más descartados de este mundo, son sus preferidos
como no podía ser de otra manera y ese es nuestro gozo. Lo vemos más cercano
cuando nos vemos que estamos entre los que lo pasan mal o cuando pasamos por un
mal momento. Está claro que no se nos evita el sufrimiento, pero Él lo comparte
con nosotros, Él nos permite experimentar un gozo distinto al que busca el
mundo. Y es esa participación con Él lo que rompe con la dimensión material o
terrenal y nos permite continuar la vida de una manera dichosa. Qué bueno sería
manifestar el gozo y la alegría al pasar por tantas dificultades como vamos
atravesando, es lo que interpelaría a nuestros compañeros. A mí realmente me
cuesta y es en la oración donde cada día me renuevo. Aprovechemos los ratos que
nos proporciona el Señor.