6 febrero 2019. Miércoles de la IV semana del T. Ordinario – San Pablo Miki y Cos – Puntos de oración


Que todas mis acciones, intenciones y operaciones, sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su Divina Majestad.
La primera lectura es un canto a la esperanza en el momento de la prueba. El otro día decía escuchaba a un amigo decir: “no busco el sufrimiento, pero ahora en vez de evitarlo cuando llega, espero al Señor en él, porque tengo la experiencia de que siempre que permite un mal en mi vida, es para sacar un bien mayor”.
Te invito a leer, meditar, contrastar el momento actual que vives, con esta exhortación. Orar es más sencillo de lo que parecer, hoy puede consistir simplemente en recibir como algo personal esta carta, y dejarme interpelar sin defensas por ella, confiar en que lo que en ella se dice, se puede cumplir en mi vida:
·         Hermanos: Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado…,
·         …y habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron: «Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, ni te desanimes por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos».
·         Soportáis la prueba para vuestra corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos?
·         Ninguna corrección resulta agradable, en el momento, sino que duele;
·         pero, luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella.
·         Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, no se retuerce, sino que se cura.
·         Buscad la paz con todos y la santificación, sin la cual nadie verá al Señor.
·         Procurad que nadie se quede sin la gracia de Dios y que ninguna raíz amarga rebrote y haga daño, contaminando a muchos.
Quizá cuando hayas terminado de rezar esta carta dirigida a ti, leas el Evangelio con una mirada nueva: ¿no seré yo de esos que espero encontrar al Señor en tierras forasteras, lejos de mis parientes, de mi casa, de mi vida? Jesús viene a mí por medio de Cristo, que habita en mi ciudad, en mi vida…
No despreciemos nada de lo que se nos concede vivir, pues ahí somos educados, conformados por Dios Padre, como los hijos muy amados, sus predilectos, en quienes se complace…
Terminar con un coloquio con ese Señor que hoy se acerca y quiere hacer todas las cosas nuevas, sin cambiarlas, sin forzarlas, sin violentarnos… El amor no trata de cambiar las cosas. El amor las transforma, dejándolas igual, las cambia desde dentro… Confiemos en que Dios puede hacerlo en nosotros…

Archivo del blog