Lectura de la Carta a los Hebreos (13,1-8)
Hermanos: Conservad el amor fraterno y
no olvidéis la hospitalidad; por ella algunos, sin saberlo, “hospedaron” a
ángeles. Acordaos de los presos como si estuvierais presos con ellos; de los
que son maltratados como si estuvierais en su carne. Que todos respeten el
matrimonio; el lecho nupcial, que nadie lo mancille, porque a los impuros y
adúlteros Dios los juzgará. Vivid sin ansia de dinero, contentándoos con lo que
tengáis, pues él mismo dijo: «Nunca te dejaré ni te abandonaré»; así tendremos
valor para decir: «El Señor es mi auxilio: nada temo; ¿qué podrá hacerme el
hombre?» Acordaos de vuestros guías, que os anunciaron la palabra de Dios;
fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer y
hoy y siempre.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a
quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? R.
El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? R.
Si un ejército acampa contra mí, mi
corazón no tiembla;
si me declaran la guerra, me siento tranquilo. R.
si me declaran la guerra, me siento tranquilo. R.
Él me protegerá en su tienda el día del
peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca. R.
me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca. R.
Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas
tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches. R.
No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches. R.
En aquel tiempo, como la fama de Jesús
se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían: «Juan
Bautista ha resucitado y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él». Otros
decían: «Es Elías». Otros: "Es un profeta como los antiguos".
Herodes, al oírlo, decía: «Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado». Es
que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel
encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su
hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su
hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque
Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo
defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto. La
ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus
magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de
Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le
dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo daré». Y le juró: «Te daré
lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». Ella salió a preguntarle a
su madre: «¿Qué le pido?» La madre le contestó: «La cabeza de Juan el
Bautista». Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».
El rey se puso muy triste; pero por el juramento y los convidados no quiso
desairarla. Enseguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de
Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la
entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus
discípulos fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.