2 febrero 2019. La Presentación del Señor – Puntos de oración

Nos encontramos ya a cuarenta días del nacimiento del Salvador, y se celebra en toda la Iglesia la fiesta de la Presentación de Jesús en el templo, como decimos en el cuarto misterio gozoso.
Y es que es otro momento de gozo y de luz dentro del acontecimiento de la encarnación. Dios que se hace hombre, que nace en un pobre portal, que se manifiesta en primer lugar a los pastores y después, no a los poderosos, sino a unos magos venidos de oriente. Pues ahora quiere presentarse en el templo de Jerusalén, en el mismo centro de la Antigua Alianza, para manifestarse a todos los que esperaban de corazón al Mesías, la salvación de Dios, simbolizados en el anciano Simeón y la profetisa Ana.
La oración de hoy puede ser simplemente contemplar la escena, al estilo ignaciano, mirando despacio a José, a María y al Niño, saboreando varias frases preciosas que suelta el evangelio.
Para empezar, lo claro que lo tenían María y José: no estaban por encima del bien y del mal, sino que, educados en la ley mosaica, pese al anuncio recibido de que ese Niño sería el salvador del mundo, pese a su concepción milagrosa, a lo inaudito de su nacimiento y de la adoración de pastores y magos, ellos seguían fielmente con lo que consideraban imprescindible y justo para honrar al Dios de Israel. Por ello se sometieron con toda docilidad a las prescripciones de la ley, como se encarga el evangelista de resaltar en al menos tres momentos del relato: “los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor…”
Más adelante: “…entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley…”
Y al final: “…cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor…”
Otro punto de reflexión que nos puede ayudar: cuando uno se deja llevar por la voluntd de Dios, se esfuerza por hacer lo que Dios quiere, entonces Dios sorprende, no se deja ganar en generosidad. Así sucedió en el templo. Las palabras proféticas de Simeón y de Ana llenaron de gozo los corazones de María y José. Si, Simeón hablaba de una espada que traspasaría el alma de la Virgen, pero yo creo que en ese momento ellos estaban llenos de gozo por esos detalles del Señor en el templo y saboreaban más el sentirse acogidos por ese Dios salvador que, débil y silencioso, tenían en sus brazos. “Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño”.
Tercer punto: la espada del dolor. Yo creo que después, meditando en su corazón, la Virgen fue entendiendo poco a poco el significado de esas palabras, que fueron calando en su alma, de tal manera que supo acoger los momentos de dolor –muerte de José, salida de Jesús a predicar, oposición de los suyos, de los fariseos, de los sanedritas- y el momento supremo de la Pasión.
Y última propuesta para darle vueltas en este día:
“El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba”.
El misterio del crecimiento de Jesús. De esa forma misteriosa quiere ir creciendo también en nuestras almas. Pidamos hoy a María y José su actitud para acogerlo todo y enriquecer nuestra vida con su Palabra. Hoy, día de la vida consagrada, pidamos a san José que nos ayude a ser fieles, a estar atentos a la voz del Señor que llama, de una u otra forma, a nuestros corazones, impulsándonos a una entrega mayor, más generosa, manifestada en pequeños detalles de generosidad con los que nos rodean.
Y pidamos también al Señor por las vocaciones a la vida consagrada, especialmente a la que tenemos más cerca: “Rogad al dueño de la mies que mande operarios a su mies”.

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