Al comenzar la oración en este día,
podemos contemplar la maravilla de la naturaleza que nos rodea; ahora vestida
con los colores y matices propios del invierno o si nos encontramos en el
hemisferio sur del verano. Recuerda un paisaje reciente que te haya gustado
especialmente, una puesta del sol, una noche estrellada, tal vez esa noche
oscura iluminada por la luna que a veces ves desde la azotea o en el campo; o
si te gusta más recuerda una escena en la que unos animales juegan o descansan
en su ambiente natural. La naturaleza siempre es ese maravilloso estímulo que
nos invita a la reflexión. La palabra de Dios escrita en la Biblia está llena
de referencias al mundo de lo sensible, a la misma creación. En algunos salmos
se nos invita a esta reflexión, como en el salmo 8 que es el que corresponde a
la misa del día.
Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es
tu nombre en toda la tierra!
Cuando contemplo el cielo, obra de tus
dedos, la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes
de él, el ser humano, para mirar por él?
La primera lectura nos trae el relato de
la creación por el escritor bíblico inspirado por Dios. Ciertamente no es una
clase de ciencias; ni moderna sobre el origen del universo, de la vida o del
hombre ni tampoco del saber de aquel momento histórico. Se escribió para algo
más que enseñar cómo son las cosas. Se escribió para ayudar a los hombres a
entender cómo debe ser su relación con las cosas, con los demás y sobre todo
con Dios. Y ello desde una visión religiosa que no deja de ser social pero que
la trasciende. Para nuestra oración creo que nos pueden ayudar la contemplación
de varios aspectos. Primero que Dios es Padre de todo y de todos. Segundo que
Dios trabaja y todo lo que hace es bueno. Tercero que Dios tiene un plan
especial para la humanidad. Esto lo podemos personalizar cada uno al meditar:
Dios es mi padre y me quiere mucho, quiere que haga cosas necesarias e
importantes; quiere que nunca nos olvidemos de él y para ello nos manda el
descanso. Y el séptimo día, Dios descansó de todo el trabajo que había
hecho.
En el Evangelio, Jesús nos pide cumplir
con nuestras obligaciones religiosas para con Dios y para con el prójimo con
total sinceridad y de corazón. Dice: este pueblo me honra con los
labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío,
porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”. Una maravillosa
actitud para vivir lo que nos pide Jesús es la gratitud y el abandono en su
providencia. Podemos terminar nuestra oración dando gracias a Dios por todos
los bienes recibidos: bienes de creación y de redención. Y así, desde esta
actitud disponernos a en todo amar y servir como hemos
meditado tantas veces en los Ejercicios Espirituales.
Oración final: oración de abandono de Charles de Foucauld.
Padre mío, me abandono a Ti. Haz de mí lo que quieras. Lo que hagas de
mí te lo agradezco, estoy dispuesto a todo, lo acepto todo. Con tal que Tu
voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas, no deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en Tus manos. Te la doy, Dios mío, con todo el amor de mi
corazón, porque te amo, y porque para mí amarte es darme, entregarme en Tus
manos sin medida, con infinita confianza, porque Tu eres mi Padre.