26 febrero 2019. Martes de la VII semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Cuando vayas a orar pide gracia a Dios nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones, se ordenen puramente a su servicio y alabanza, más aún cuando llega la prueba.
Movidos por el Espíritu Santo, mirando y siendo mirados por el Señor Jesús, digámosle: ¡enséñame a caminar tras de Ti, cargando con la cruz!
Jesús nos invita a acompañarle en la subida última a Jerusalén y a estar presente en su pasión, muerte y resurrección: anuncia su destino final. Esto no lo podemos perder de vista nunca.
Los discípulos reaccionan desde el miedo, el temor…quizás también nosotros.
Se anuncia claramente el padecimiento de Hijo del hombre; pertenece esencialmente al Reino, es voluntad del Padre.
El seguidor de Jesús necesita acoger este aspecto en su vida. Jesús nos llama a ello, nos enseña a asumirlo. Hemos de confiar totalmente en Él. 
Nuestras maneras de entender el Reino frecuentemente tienen poco que ver con lo que Dios hace.
Pero Jesús insiste a los discípulos: Seguidme. Tomada la cruz, salir de vuestro propio amor, querer e interés y caminad tras de mí.
Seguir y confesar a un Cristo sin cruz significa que no somos discípulos de Jesús.
En nuestra oración es importante dejarse enseñar por Él, especialmente en las situaciones duras y difíciles, inesperadas que no nos traen éxitos, alabanzas, sino contradicción y fracaso.
Jesús los va y nos va introduciendo en el misterio de Dios, del Dios de las sorpresas. Un camino de servicio, de infancia espiritual, no de poder y vanagloria.
Nosotros, asiduos al encuentro con Él en la oración, ¿seguimos teniendo capacidad de sorpresa? ¿de admiración?  ¿de confianza?
Que Nuestra Señora nos haga capaces de recibir y admirar siempre ese misterio de dolor y gozo que es su Hijo, nuestro, mi Salvador.

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