Jesús predica no solo por ciudades, sino
también en las aldeas por la que pasa, para
que aprendamos a actuar no solo en lo grande, sino también en lo pequeño.
Viendo el Señor, que aquellos que le
rodeaban, ya estaban en condiciones de anunciar la Buena Noticia, hoy los envía de dos en dos y les da autoridad, incluso sobre los
espíritus inmundos.
Los manda de dos en dos, y como dice S.
Gregorio Magno, “porque son dos los preceptos de
la caridad, el amor a Dios y del prójimo, y no puede existir ésta si no se da
en ambos términos. De este modo nos insinúa que el que no tiene caridad para
los demás, no debe tomar a su cargo el oficio de la predicación…”
También les insiste en la pobreza del
enviado, es decir, en aquello que tienen, o
que no tienen que llevar, para semejante menester… S. Beda encuentra en todo
ello un sentido alegórico, pero será S. Agustín el que nos lo aclare con todo
lujo de detalles:
1. El
que trabaja merece que lo sustenten. Él no quería que ellos poseyeran
o llevasen nada consigo; no porque la vida no tenga sus necesidades, sino
porque de este modo los creyentes a quienes anunciases el Evangelio habrían de
proveerlos de lo necesario.
2. El poder llevar bastón o báculo, simbolizaba el poder recibido de Jesucristo…
3. En cuanto a la alforja, se ha de entender los trabajos de la vida,
4. Por el pan, los placeres temporales.
5. Y por el dinero en el cinto, la sabiduría que se oculta…
¿Y nosotros, en el contexto actual, como
salimos a predicar la Buena Noticia del Evangelio, y en donde hemos puesto
nuestra confianza...? Ciertamente los tiempos han
cambiado, aunque las necesidades son las mismas o mayores, dado el nivel de
increencia que nos rodea.
Hoy lo más necesario sería el testimonio
vivo de nuestro amor a Jesucristo y
a su santo Evangelio. Un testimonio que pasaría por la
austeridad de vida, frente a tanto derroche; por la seguridad
de nuestras creencias, ante tanta duda existencial, y por la
felicidad en nuestra fidelidad al Señor…
Pidamos por el fruto de una nueva
evangelización.