Jesús te recibe un día más. Al entrar en
su presencia Él te acoge, te abraza. Toma conciencia de que vas a pasar un rato
con el mismo Dios, una locura a la que nos llegamos a acostumbrar. Pide al
Espíritu Santo que te haga entrar en tu interior para poder escuchar la voz de
tu Padre, que hoy también quiere hablarte. Lo hace a través de la escritura que
hoy nos ofrece unos textos muy ricos.
Ha dicho el Papa Francisco que los
tiempos de Noé no eran tan distintos a los nuestros. La gente da la espalda a
Dios, convirtiéndose uno mismo en su propio diosecillo. Pero algunos valientes,
humildes por saber que su valor no es propio sino recibido, se ponen a la
escucha del Padre y entonces ocurre de nuevo el milagro. Dios te pide hoy que
le ayudes a renovar la creación, la humanidad entera. Te pide que crees un
espacio en tu vida -un arca espiritual-desde el cual él pueda
actuar para salvar a los hombres. No te vengas arriba pensando que el salvador
eres tú, pero Dios necesita tu colaboración, tu trabajo, que estés dispuesto a
que se rían de ti los que no entienden para que te esfuerzas en recorrer ese
camino.
Y el evangelio es aún más sugerente. Jesús dice una frase que, aunque te
pille despistado en misa, te despierta de repente: “Y tú ¿quién dices que
soy?”. Al único que tienes que responder es a Él. No hace falta impostar una
respuesta bonita para quedar bien con nadie. Solo estáis tú y Jesús. Igual la
oración de hoy puede consistir en pedirle al Señor que nos conceda la gracia de
entender realmente Quién es, para que nos abramos por fin a su presencia, para
que no nos acostumbremos o nos aburramos de ella y para que sintamos el
privilegio de poder llamarnos cristianos. Que la Virgen, que conoce a Jesús
como nadie, nos alcance esta gracia.